Gobierno y el clan de la furia

Gobierno y el clan de la furia

Guido Gómez Mazara

El clan de la furia desarrolla sus cabildeos en el Gobierno

Estructurados bajo el criterio de la rentabilidad política de tener el favor de los medios de comunicación, el modelo de gestión del PLD sembró las bases de un pernicioso esquema de relación con el poder.

Mucho dinero promoviendo la acción oficial provocó un delirio en exponentes del bestiario partidario encariñados en, equivocadamente asumir que el ejército de áulicos en radio, televisión, presa escrita y redes, provocaban el milagro de transformar un tartufo en figura pública de trascendencia.

No obstante, el pasado proceso electoral permitió colocar en su justa dimensión a “líderes de opinión, influencers, reguetoneros” que confundieron la íntima y equivocada convicción sobre ellos mismos, con la capacidad de penetrar en el criterio de los ciudadanos.

La etapa de arrabalización de los medios llegó, y desmontar el esquema de sobrevivencia de sus beneficiarios no es tarea fácil. Esencialmente, cuando desde la esfera gubernamental se entra en un proceso de entendimiento y socialización, con gente que hizo del retorcimiento informativo fuente de acumulación económica.

Aquí se debe tener todo el cuidado de no caer en la trampa de “importantizar” exponentes de un reducido crédito que, por estar instalado en un medio, el oficialismo asuma la utilidad de recurrir a sus métodos y validar su vocería. Y es que la efectividad del mensaje depende del mensajero, y los zigzag del tramo final de la campaña no pueden extrañarle a nadie porque representan la naturaleza distintiva de su condición de presupuestófagos.

El tinglado de comunicadores y abogados que sirvieron a la causa política desplazada del poder para sobrevivir requiere el auxilio del Estado. Por eso, el repliegue táctico que muestran anda detrás de conseguir un incauto que los coloque en la nómina bajo el torpe ejercicio de solidaridad que termina siendo el oxígeno imperdonable, de los adversarios de siempre.

Aunque ya se manifiestan furiosos, el clan anhela sus asientos en los consejos bancarios y del sector eléctrico y sus astronómicos salarios, la técnica de poner sus hijos en la Cancillería y hacer de gestores de deudas en las instituciones públicas.

Eso sí, en todos los esquemas de ataques se pueden identificar porque sus pagadores de siempre están enredados en asistir el PEPCA y/o a la espera de sentarse en el banquillo de los acusados.

El clan de la furia desarrolla sus cabildeos en el Gobierno. Se ufanan de sus contactos con el poder, pero activan una campañita rastrera contra el DNI, convencidos de que “dañan al titular” y cierran una fuente de “información” que su escasa cultura política y desconocimiento de los laberintos de la vieja militancia izquierdista impide interpretar la raíz partidaria de la contable indignada en lo más profundo, porque el órgano perdió su esencia en la medida que el funcionario de mayor jerarquía obedecía los mandatos del familiar y no el interés de auscultar el manejo correcto de los fondos públicos.

Nadie puede contra su naturaleza, así disparan en los mentideros degradados creyéndose en capacidad de disolver un afecto originado en el avance y progreso de un simple mortal de Nizao que tiene como meta institucionalizar la inteligencia del Estado, desde una concepción del siglo 21, asociada al sentido del cambio por el que votó la mayoría.    

El resorte de credibilidad en las batallas electorales y mediáticas durante la pasada campaña se construyó con voces de un enorme valor democrático.

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