“Trujillo no fue presidente formalmente durante algunos periodos, en cambio, ese archivo personal tiene una secuencia cronológica que cubre todo el periodo de la llamada Era de Trujillo, no hay rupturas, él siempre fue presidente”
Quiere conocer qué es lo que hay en esos tomos descritos como “Archivo Personal del Generalísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, Benefactor de la Patria y Restaurador de la Independencia Financiera” que el dictador manejaba “directa y personalmente”.
Le sorprende que aún se conserven“tan perfectamente estructurados, encuadernados, indexados, con un índice general. Trujillo era “sistemático, maniático, muy organizado en la conservación de sus documentos, y en ellos hay de todo, he visto las conversaciones, llegaron así, luego el Archivo General de la Nación las ha integrado a su sistema y están disponibles en la base de datos”.
Antonio González Quintana expone esas impresiones al explicar por qué estudia esos fondos. Es historiador con posgrado en archivística y documentación, egresado de universidades de Madrid, donde nació el 14 de diciembre de 1957, y ha decidido conocer a los dictadores a través de sus archivos, pero no para escribir sus biografías, sino para ver cómo organizaban esos acopios.
Sin embargo, partiendo de sus hallazgos, define sus personalidades. Los otros archivos que conoce son el de Antonio de Oliveira Salazar, portugués, y lo poco que se ha mostrado del de Francisco Franco, de España.
El de Franco “está en una situación muy irregular, desgraciadamente. Lo tiene una entidad privada de corte absolutamente fascista, la Fundación Franco, por tanto, los documentos no los conserva el Estado, sino esa institución de corte ideológico totalitario, que defiende las ideas de Franco, del Partido Único, de la falange”.
El de Antonio Oliveira Salazar está a disposición del público, declaró González Quintana, quien asesoró técnicamente al AGN en 2007 en la proyección de su estructura orgánica modernizada. En ese proceso conoció el llamado “Fondo Presidencia”, llegado desde el Palacio Nacional en el gobierno de Leonel Fernández.
“Trujillo no fue presidente formalmente durante algunos periodos, en cambio, ese archivo personal tiene una secuencia cronológica que cubre todo el periodo de la llamada Era de Trujillo, no hay rupturas, él siempre fue presidente”, expresa.
Agrega que el tirano “valoraba los esfuerzos en codificar los asuntos. Los códigos son temáticos y se han mantenido en la organización actual y son la base para localizar los documentos. Fue una decisión correcta: nombres, personas, años, lugares, todo eso remite a los códigos”.
Manifestó que es una regla de la archivística “respetar el orden original de los archivos, si lo rompemos, no encontraríamos muchas cosas”.
Añadió que “temas que han sido controversiales van a tener matices importantes a la luz de esos documentos”.
Lina Lovatón.Es tan repetido su nombre, y tan diversos y a veces aparentemente intrascendentes los asuntos entre Trujillo y “su amante Lina Lovatón”, que se ha quedado grabada su identidad en el recuerdo de González Quintana.
“Es de lo que más me impresionó: recibos de hotel, facturas de regalos, compra de billetes para ella y su madre, es una relación intensa”, explica. “Es una historia curiosa”, enfatiza.
Se detuvo “en el intercambio de cartas en torno a la actitud de dirigentes sobre su supuesta fidelidad o infidelidad al régimen, informes que remitían desde Nueva York, Cuba, Venezuela, Haití, sobre los exiliados, delaciones, denuncias”.
No retuvo nombres, pero sí textos: “Fulano haciendo propaganda, moviendo los hilos para que el gobierno norteamericano apoye movimientos de oposición; el señor tal no es de fiar, a pesar de haber declarado lealtad al régimen y admiración por usted, se está comportando en el sentido contrario”.
Encontró informes de cónsules, espías, y buscó “a ver si había relación directa con Johnny Abbes y no la vi”.
“¿Por qué se construyó ese archivo independiente que Trujillo quería mantener al margen de los documentos que gestionaba la secretaria general? ¿Por qué lo organizó?Ahí él guardaba lo que tenía en mayor estima. Hay un núcleo fundamental de la política trujillista en esos cientos de tomos”.
Otro material que le causó asombro fue “cuando nombró a su hijo coronel: el coro de pelotas diciendo que enhorabuena, qué bien, estupendo… hay un extraordinario reflejo del culto a la personalidad, escribieron síndicos, gobernadores, alcaldes, dirigentes políticos de segundo orden, para dejar patente su veneración por el líder”.
Dijo esperar que este acervo “sea de utilidad para valorar cómo funciona el cerebro de los dictadores en cuanto a la gestión documental”.
Y cuestiona: ¿Por qué necesitaban los dictadores guardar todo lo que hacían?”.Responde: “Por un afán de permanencia en la historia, por una absoluta impunidad”. Aclaró que “quizá pensaban que no iban a ser valorados negativamente, por eso hablo de impunidad”.
“Trujillo tenía un altísimo concepto de sí mismo y de la labor que hacía y con tanto adulador alrededor, con tanto culto a su persona, no le quedaba más remedio que creerse un semidiós”, exclamó.
Salazar y Franco. Salazar “era más minucioso y sistematizado que Trujillo”. Llevaba un diario de sus entrevistas, registraba “todo lo que hacía. Antes de que empezara la Guerra Civil Española escribió: “Hoy he recibido a un enviado de los golpistas, a un embajador…”. Te da un montón de pistas, aunque parezcan datos nimios, pero, claro, entrevistarse con las personas que están preparando un golpe de Estado en España dos días antes de que se produzca… Y todo eso lo ha dejado en tomos bien encuadernados”.
Conoce algo de Franco por una copia microfilmada que existe en el Archivo General de la Guerra Civil, de Salamanca. “No tenía la proyección exterior de Trujillo. Psicológicamente son personalidades muy distintas. A Trujillo le gustaba ostentar, Franco era austero y discreto, era tan cruel como él, o más, porque era calculador. Franco era una persona más retraída en lo personal. Nunca tuvo un affaire ni otra mujer que no fuera su esposa, Carmen Polo. Era católico, muy vinculado a la iglesia y muy militar, de carrera, orgulloso de haber ascendido en acciones de guerra en África, y tenía en el mundo militar, sus mayores soportes, sus mayores valedores”.
Significó que, con el Archivo de Trujillo, “los dominicanos tienen un auténtico tesoro en el AGN. No todos los países han conservado los archivos de sus dictadores, no cuentan con ese testimonio de la actitud del poder en esos periodos. Ya me gustaría que estuviera el de Franco” en archivos oficiales de España.
Los alemanes, comentó, “no cuentan con un archivo personal de Hitler, que yo conozca”.
Para él, no tenía sentido que el de Trujillo se mantuvieran en la presidencia y no dispuesto para la consulta pública, “que es fundamental para conformar la memoria colectiva del pueblo dominicano, para que el Estado cumpla con su deber de recordar lo que ha sido el pasado y evitar que se repita, y evita, además, el negacionismo, para que nadie diga que Trujillo era una buena persona”.