Si la improvisación se define como el progreso muy rápido de alguien en la posición social, la carrera profesional o en la actividad política, entonces Gonzalo Castillo, el precandidato del danilismo que enfrenta en primarias abiertas a Leonel Fernández, es una arriesgada invención del presidente Danilo Medina.
La improvisación, especialmente en las Bellas Artes y en la música, es sinónimo de creación espontánea y conlleva el riesgo de ser rechazada; lo propio ocurre en la política, y el presidente Danilo Medina, con su determinación a impedir la victoria de Fernández, debe ser considerado un improvisador, pues pretende hacer del exministro de Obras un fenómeno electoral en apenas unos días.
Castillo no es, sin embargo, un improvisado del ámbito empresarial donde su progreso ha sido dilatado y perseverante, ni tampoco como activista político de bajo perfil del PLD desde 1979, según dijo su presentador Francisco Javier García, ministro de Turismo. Es un improvisado, primerizo, en lo referente a la carrera presidencial, porque sus aspiraciones han sido oficialmente conocidas cuando el presidente Medina tuvo que desistir de la reforma constitucional pro reelección.
La peligrosa invención de Gonzalo tuvo sus consecuencias inmediatas. El secretario general del PLD y presidente del Senado, Reynaldo Pared Pérez, junto al veterano dirigente Carlos Amarante Baret, renunciaron a sus precandidaturas formulando acusaciones de inequidad contra su gobierno, convirtiendo a Fernández en el beneficiario directo de la declinación del primero, pues en un acto bastante publicitado la señora Ingrid de Pared se adhirió a la candidatura del exmandatario, en abierto desafío al danilismo.
Medina puede pagar el precio de su espontaneidad, a pesar del derroche publicitario, pues hasta ahora las encuestas no se muestran favorables a Gonzalo. En las mejores, aparece empate.Y eso es peligroso.