Gracias, Irma y María

Gracias, Irma y María

Matías Bosch Carcuro.

Rosa vive en uno de los 23 bateyes de Sabana Grande de Boyá, provincia Monte Plata. No llega a los 25 años de edad y, en su casita armada con tablas, sus cuatro hijos corretean descalzos de un lado a otro. Es hija de un cañero que llegó al país en 1958, cuando Trujillo se había convertido en amo y señor del azúcar dominicano, y pagaba grandes sumas en dólares a la dictadura de Duvalier para tener todos los cortadores de caña que necesitase.

Donde Rosa vive, las casas no tienen agua. De vez en cuando pasa un camión al cual la gente le compra. En 2011 el gobierno empezó a construir un tanque de agua para la comunidad, del cual solo existen las varillas puestas como fósiles que homenajean el olvido, el desdén y el desprecio.

Según estadísticas de 2012, en Sabana Grande de Boyá el 49% de los hogares tiene que conseguir agua en una llave pública, recogerla de la lluvia, desde un pozo o de un camión. En ese municipio, el 60% de los hogares tiene paredes de madera, de tablas de palma o de lo que aparezca. El 83% tiene techo de zinc, de yagua o cana. El 79% tan solo tiene letrina.

Estos datos son de un solo municipio pequeño del centro del país. Miremos entonces los estragos que causaron Irma y María que, aunque se desviaron, destruyeron en Samaná, Nagua y hasta Montecristi. Miremos El Seibo, sus barrios Ginandiana, Capotillo, El Matadero, donde el desbordamiento de dos ríos arruinó 213 viviendas e inundó otras 889. Veamos la impresionante incapacidad del Estado para hacerse presente, como ocurrió en refugios donde no llegó ni un pedazo de pan para desayunar; comunidades enteras que comen porque algunas iglesias reparten raciones. ¿Qué hubiese pasado si los ciclones nos atraviesan como ocurrió en Puerto Rico; como hicieron aquí David en 1979 y George en 1998?

Muchas personas se quejaron en las redes sociales de que se habían quedado con “la compra hecha”, esperando un día de lluvias con sancocho. Otros, aprovecharon los medios digitales para hacer de Irma y María tema del día. Peor aún el caso de comunicadores que por el desvío de los dos ciclones, aun viendo cómo destrozaron islas vecinas, han sugerido que el gobierno exageró al “cerrar el país” y prevenir más de la cuenta. De hecho, empresarios como los Bonetti no titubearon y abrieron sus negocios Mercasid y Pizza Hut, y violando la prohibición oficial obligaron sus empleados a trabajar.

Deberíamos volver a descubrir el país que tenemos: Ese en que más de 5 millones viven en zonas de pobreza, ese donde vive Rosa, de las casas de tabla, letrinas, sin agua segura y con techos que se vuelan. Aquel del olvido, la corrupción y la impunidad en que no hay derecho ni a un tanque de agua. Si lo hacemos, estoy seguro de que daríamos gracias a Irma y María por la tragedia que no tuvimos que llorar.

Más leídas