“Gracias… ¡Muchas gracias!” –expresa Píndaro, mientras mira fijamente a Herminio… “¿Y, por qué me das las gracias? –replica este último-… Es que, desde muy pequeño, me he sentido mucho mejor cuando, casi por inercia, puedo manejar estas dos palabras ante todo el que se me ponga delante para entregarme, o decirme algo… Es muy sencillo de explicar… He tratado, y lo he logrado –analiza-, poder sentirme momentáneamente realizado y un poco más lleno de vida por el simple hecho de agradecer a la persona que tengo enfrente… Ahora que estoy desarrollando un período de reflexión en el que he visto proyectado mi pasado, estoy viviendo un reconfortante presente y puedo tener la dicha de replantear mi futuro, es cuando puedo darme cuenta de que el haber vivido agradecido y así expresarlo, me ha permitido unas bases más sólidas para el resto de mis días” –reflexiona-.
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“Es que me quedo de una pieza, con el sólo hecho de pensar y recordar a tantos compañeros y compañeras de experiencias de vida laboral que han estado sumergidos, y sumergidas, cada día más en una pobreza interior porque se han vivido quejando por todo, aún sabiendo cuan equivocados han estado… Pero, lo disfrutan al hacerlo en esos momentos” –externa Píndaro-… “Por ahí escuché –exclama Herminio-, que si puedes agradecer, te vas enriqueciendo… Pero, si te quejas por todo, tu vida se empobrece… He desarrollado infinidad de proyectos creativos y, en el camino de muchos, me he encontrado con grandes colaboradores que, con el tiempo, se han venido ganando mi amistad y hasta se han ganado el llegar a ser cómplices del éxito logado, he encontrado colaboradores algunos de ellos de mucha valía, mientras otros que, en medio de los procesos o al final de ellos, han sacado las uñas y no han tenido la capacidad y la integridad que haber cultivado la gratitud y, cada día, empobrecen más”… “Ahhh –calcula y expresa Píndaro-… ¿No serán esos los que se conocen como ‘serruchadores de palo’, que dan lo que no tienen por verte fracasar en tus intentos?”.
“Ufff, ¡qué duro has bajado, Píndaro –exclama Herminio-… Por lo que veo estás reafirmando que, mientras alimentes tu gratitud interna, vas haciendo de tu vida una maestría, porque las dificultades siempre han estado, están y estarán ahí para ti en tu futuro… Mi consejo es que debemos aprender a agradecer, no solamente por aquellas cosas que recibimos sino también por lo difícil que es el llegar a disfrutar el poder recibir esos beneficios que merecemos porque nos lo hemos ganado a puro pulmón… Ese disfrute no es más que la capacidad interna que tenemos de saber agradecer, sin condicionamientos… ¿Sabes Píndaro? –cuestiona ahora Herminio-, estos meses de reflexión por obligación me han regalado la inmensa oportunidad de valorar con humildad y mirar con el espejo de la sana verdad aquellas experiencias pasadas para escoger entre ellas cuáles contribuyeron a que la gratitud esté más presente cada día”.
“Herminio –le interrumpe Píndaro-, recuerda ahora que la gratitud que vale es la que puedas tener hacia ti, primero… Y, ¡eso no es ser egoísta!… Porque está muy claro que si al día de hoy has podido cambiar y has crecido cada día más ha sido por tu fuerza de voluntad propia.. Eso es lo que te está permitiendo valorar momentos dolorosos y, al mismo tiempo, celebrar aquellos en los que la alegría ha llenado tu día a día… Simplemente, eso te garantiza que no volverás a tener los riesgos en tu pasado, porque la gratitud en ti es lo que te permite disfrutar de lo que sientes, de lo que tienes y de lo que realmente eres en cada momento… Una vez que mantengas esa seguridad de que la gratitud brota en tu actitud, te darás cuenta de que vas a sentir que la abundancia llega a ti cuando menos te lo esperas, y ¡sin jugar la lotería! –sentencia Píndaro-… Tu vida llegó sin esperarla… ¿Por qué no puedes siempre agradecerla?… Intenta dar las gracias a otros, aunque el orgullo no te permita que lo sientas… ¡Así, estarás garantizando tu inmediata abundancia!”