Atenas. Con la reapertura de los bancos tras más de veinte días con las persianas bajadas, Grecia vuelve hoy a una cierta normalidad de la que nunca salió del todo a pesar del corralito y la inestabilidad política.
A primeras horas de la mañana, en Atenas no parecía que estuviera ocurriendo nada extraordinario, ya que a pesar de continuar bajo un control de capitales, las colas en los cajeros automáticos eran prácticamente inexistentes y no había tampoco aglomeraciones de gente dentro de las sucursales bancarias que acababan de abrir.
En los bares y cafeterías de los alrededores, en cambio, así como en los comercios, se seguía viendo el acostumbrado trajín, con nacionales y turistas tomando su café y hablando en un ambiente distendido.
Justamente, todo ello el mismo día en que tiendas y servicios ponían en marcha mecanismos para cobrar a partir de hoy la nueva tasa del IVA, que asesta, entre otros, un duro golpe a la restauración -que pasa del 13 % al 23 %- en plena temporada turística.
Pero como ha venido ocurriendo repetidamente durante estos últimos meses, en más de un lugar se podían ver más periodistas que clientes, esperando que lo excepcional apareciera por alguna parte.
Con todo, Grecia parece hoy un poco más lejos de la amenaza constante de la salida del euro, fruto del acuerdo alcanzado el lunes pasado con los socios europeos y el cumplimiento a rajatabla por parte del Ejecutivo heleno de las condiciones impuestas por los acreedores.
Entre ellas, la aprobación el miércoles en el Parlamento de un amplio paquete de reformas, que ha resquebrajado el partido de Gobierno, el izquierdista Syriza, y respecto al que el propio primer ministro, Alexis Tsipras, ha expresado sus reticencias.
“No me parecen bien las medidas, en ningún caso, pero a la vez creo que es importante que vuelvan a abrir los bancos y se recupere la normalidad”, dice a Efe Ilia, una abogada de 30 años, que considera que el pacto, aunque malo, era el precio a pagar para salvar la situación.
“Es importante, porque necesitamos que el dinero fluya. Tengo un trabajo, y tengo que cobrar y pagar mis facturas.
Con los bancos cerrados, mi vida entera cambia”, concluye Ilia. Los griegos pueden realizar operaciones en ventanilla como el pago de cuotas y créditos de todo tipo, por ejemplo deudas al Estado, a empresas públicas, a los fondos de pensiones estatales o a seguros privados.
Asimismo, tendrán acceso a sus depósitos a plazos y a las cajas fuertes, y podrán cobrar sus cheques, incluso aunque hayan vencido durante el periodo de clausura de las entidades.
Sin embargo, son muchas las restricciones que persisten, como es el caso de las transacciones al extranjero, aunque se permitirá a los padres que tengan hijos estudiando fuera mandarles hasta 5.000 euros por trimestre y a aquellos que deban abonar gastos de hospitalización disponer de hasta 2.000 euros.
En cuanto a la retirada en efectivo, seguirá siendo de 60 euros diarios, pero con la novedad de que se permitirá hacerlo acumulativamente, es decir sacar hasta 420 euros a final de semana.
«¿Qué más da todo esto? Está bien que los bancos abran, pero sigues sin tener dinero, la gente sigue sin tener trabajo, y el efectivo, muchos ya lo han guardado debajo del colchón”, manifiesta entre enfadado y burlón Andreas, un quiosquero de 60 años, que se encuentra cerca de una sucursal bancaria.
Andreas se pone las manos en la cintura, mira la gente entrar y salir del banco y niega con la cabeza. “La situación sigue siendo mala”, sentencia.
Precisamente, la presidenta de la Unión de Bancos griegos, Luka Katseli, llamó a la población a devolver el dinero a los bancos para hacer más fuerte el sistema.
“Hay que vencer el miedo. Si apoyamos al sistema bancario, los problemas serán menores y los venceremos”, afirmó Katseli en declaraciones a la cadena privada Skai.