Grito y cumpleaños

Grito y cumpleaños

Carmen Imbert Brugal

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Difícil que el “Grito de Capotillo” se convierta en tendencia. La patria no cotiza el trabajo de los hacedores de opinión en las redes sociales.

Otros son los héroes, otra la sociedad. Empero, debe persistir la reverencia a los valientes que enfrentaron la degradante anexión a España. La epopeya comenzó un día como hoy del año 1863.

Se deshilachará la bandera que hondea allá, tan lejos y tan cerca, en Dajabón, mientras escuchamos, cada 10 minutos, el nuevo grito liberador: “estamos cambiando”.

Más que la historia, prima el balance del año. Contagia el entusiasmo, la convicción del éxito desborda las copas del triunfo y anima a continuar hasta el 2028.

Interrumpir la fiesta es imprudente. Imposible en este momento. La buenaventura sopla el velamen del barco conducido por un capitán omnipresente, omnisciente. Padre de la patria nueva.

Todo es magnificente, es la refundación de la república. Un mundo construido con esmero por una especie incontaminada cuya misión es vencer el mal.

Todo es rebautizado. Gracias a un excelente y efectivo concierto mediático y al auspicio de las organizaciones de la sociedad civil, sin oposición, la nueva jerga encanta, concita simpatía.

El Cambio encomienda la judicialización de la política a la “Independencia”. El método utilizado desde antes de la tiranía, ahora en la región se conoce como “lawfare”.

El abracadabra fue usado para conformar órganos autónomos y para retribuir por doquier el proselitismo cívico, inmaculado.

Las voces disidentes son enfrentadas con presteza. El disgusto se transforma en insulto.

Imposible contener el júbilo, molestaría menos la interferencia cautelosa para resaltar aciertos y desaciertos, sin repetir el libreto.

Es encomiable la manera de enfrentar la pandemia, el afán para conseguir y administrar vacunas que nos permiten retar el virus. Mérito indiscutible de la gestión. Del mismo modo, el rescate del turismo.

Destacable ha sido la continuidad de estado, a pesar de la demoledora descalificación al gobierno pasado y el desprecio por la carrera administrativa. Se manifiesta en la inauguración y seguimiento de obras iniciadas en el pasado, en la preservación del mando en el Banco Central y en otros cotos de indiscutible eficiencia.

Quizás no incomode pedir menos vacilación antes de decisiones cruciales. Menos ostentación de virtudes y más prudencia con afirmaciones comprometedoras, como la aseveración del presidente sobre la estrategia de seguridad: “la más ambiciosa, grande y organizada que jamás ha tenido este país”. Solo eso, porque “estamos cambiando”.

Más que la historia, prima el balance del año. Contagia el entusiasmo

Todo es rebautizado. Gracias a un excelente y efectivo concierto mediático

Las voces disidentes son enfrentadas con presteza

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