La pobreza se desnuda en cada paso recorrido por sus calles, sin aceras ni contenes y colmadas de basura; espacios públicos invadidos por negocios informales, viviendas que albergan a sus más de 25 mil habitantes desgastadas por falta de pintura, y mucho ruido, se entremezclan con diversos géneros musicales.
Tal parece que sus residentes no tienen derecho ni siquiera a respirar, el hedor putrefacto que emanan las tuberías de aguas negras por el colapso de su sistema residual, invade cada rincón de su territorio.
Guachupita, que tiene por límites al oeste la calle Ramón Matías Mella, al este la Francisco del Rosario Sánchez, al Sur la Teniente Amado y al Norte la Cañada Bonavides, es una estampa de las desigualdades y dificultades económicas de numerosas familias que se enfrentan a diario con la falta de oportunidad y la ausencia de políticas sociales efectivas, que han dejado a sus habitantes en una situación de vulnerabilidad en áreas tan esenciales como educación, salud, deportes y medio ambiente.
De acuerdo con el informe del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, en el mapa de pobreza de la población de barrios del Distrito Nacional, según condición de pobreza por índice de calidad de vida (ICV) de 2010, Guachupita es uno de los barrios con más hogares que vive en extrema pobreza.
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Para disminuir esos índices de pobreza, la activa dirigente comunitaria de esta barriada, Mercedes Brito, está convencida de que es imprescindible educar y concienciar a sus ciudadanos. “Para salir de esa cadena de pobreza por donde hay que empezar es por la que educación, esencial para el desarrollo de nuestra comunidad”.
Si bien es cierto que por medio al Infotep se imparten talleres educativos en diversas ramas del saber, sin embargo, no tienen un programa de seguimiento con los jóvenes de acompañamiento en su desarrollo o para poner en práctica lo aprendido. “Muchos de nuestros muchachos hacen el curso, pero no tienen la oportunidad de conseguir un trabajo, creo que nuestros jóvenes deben tener más facilidades a fuentes de empleos”.
Además, tienen el Liceo Técnico Hermana Rosario Torres Fe y Alegría, pero se enfrentan al problema de que menos del 15 por ciento de su población estudiantil de adolescentes pueden ingresar porque no hay cupo. “Ese otro 85 por ciento tiene que tener una voluntad muy grande y que sus padres, con lo poco que tienen, puedan ayudarlos para que puedan seguir con sus estudios en otro lado, sino se quedan fuera del sistema educativo”.
Sustenta la firme esperanza de se construya, como han anunciado las autoridades competentes, en el nuevo Domingo Savio otro liceo. “Estamos esperando que eso se consolide y que pueda tener la capacidad necesaria de la demanda, entonces nuestros jóvenes tendrán un albergue para su formación técnica”.
Mientras tanto -dice Brito- tienen el grave problema de que muchos de sus estudiantes terminan la primaria y por no encontrar dónde continuar la secundaria viene la deserción escolar. “Tienen que dejar los estudios por esa situación y comienzan a realizar trabajos informales que no le garantiza una vida digna”.
Y así en ese círculo de pobreza se van haciendo hombres y mujeres que, por falta de información y políticas sociales reales e inclusivas, desde muy temprana edad se adelantan a tener relaciones sexuales, lo que trae consigo los embarazos en la adolescencia. “Eso sí tenemos en Guachupita muchas menores que hasta con 13 años de edad ya están embarazadas; igual que los varones, que están embarazando hasta con 16 años, y eso sí provoca una cadena de pobreza”.
Como si no existieran…
En Guachupita existen muchas familias con esa marcada pobreza, heredada que no tienen documentos de identidad. “Aquí se han realizado monitoreos de gente que no están documentadas, por ejemplo, en declaración tardía hicimos una convocatoria y vinieron más de tres mil personas en busca de ayuda para poder registrarse, pero las autoridades no le dan seguimiento, entonces siguen esas familias en un limbo existencial”, puntualizó Beato Araujo, quien con su trabajo comunitario y 30 años residiendo en Guachupita, conoce a fondo las problemáticas del barrio.
En ese orden, fue reiterativo al puntualizar que no hay una logística real en resolver ese grave problema. “Es inaudito que en pleno siglo XXI en este país aún se tiene este problema de personas, y hasta de familias completas, como si no existieran y legalmente no tienen derecho a nada. Aquí tenemos una población muy alta de indocumentados”.
Colapso del sistema residual
El sistema de aguas residuales fue diseñado para una población muy reducida y ahora con un aumento de sus munícipes esas tuberías están colapsadas. “Hace 8 años se hizo un levantamiento donde el director de la Caassd de ese entonces dijo que el sistema cloacal había colapsado y que debía cambiarse todas las tuberías porque los baños de los edificios no pueden descargar y esas aguas contaminadas se derraman hacia las calles, lo que trae como consecuencia un problema de sanidad”, expuso Araujo.