Guerra cultural: “teteo” y Ciudad Colonial

Guerra cultural: “teteo” y Ciudad Colonial

José Miguel Gómez

John Donne, el poeta inglés dijo: “ningún hombre es una isla”. Los une la cultura, la empatía social, el sentido de pertenencia, los valores y los símbolos construidos de generación en generación. Pero la cultura es dinámica, se resiste a los cambios y, siempre, algo queda del aprendizaje vivido.

La confrontación entre el “teteo” y la Ciudad Colonial, fue¡ parte de los fenómenos transculturales, de la aculturación y la sobrevivencia del sincretismo cultural. La amenaza de los valores grupales y la identidad social, son los que producen la búsqueda de la diferenciación de los grupos. O sea, el conflicto de los exogrupos, define quienes somos nosotros y quienes son ellos: “la lucha de los ellos contra nosotros y los nosotros contra ellos”.

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Los grupos del “teteo” y los que les apoyan con la música, la repartidera de dinero, el consumo de la vulgaridad, la visibilidad en llamar la atención y la agonía por conquistar espacio social, como forma de salir del anonimato, reproducen una nueva identidad invisible, negada e incomprensible.

La asimilación de nuevas expresiones culturales, junto al déficit cognitivo, a la falta de habilidades y destrezas para entenderse ante las presiones sociales, la exclusión y las frustraciones, son las que empujan a al movilismo social, conductas impulsivas, consumo, desinhibiciones sexuales y sociales, y la conducta permisiva de que “na e na” y el “to e lo mismo”.

La Ciudad Colonial es la expresión viva de la historia, de la vieja ciudad que guarda la vivencia y valores de la religiosidad, el urbanismo, la idiosincrasia de una población que ha aprendido a normalizar su vida; pero también, es patrimonio cultural.

El teteo, la informalidad, el chacabanismo y el libertinaje, también se apadrina y se legitima en otros espacios, irrumpió la tranquilidad, el orden y normativas de la Ciudad Colonial.

Literalmente fue una expresión irreconciliable con la tolerancia civilizada, dentro de la sociedad del espectáculo.

Lo mismo pasaba en el parque Iberoamericano con la navidad y luces, después en el desorden de la Feria del Libro, salvo lo bien organizada del 2023.

La transculturización y la forma de sobrevivencia de los jóvenes excluidos, explica estos comportamientos sociales.

Pues se trata de dominicanos a los que el sistema, las políticas sociales, el desarrollo sin inclusión social les ha dado la espalda, los anulados, le ha construido una falsa identidad.

El ayuntamiento, cultura y la policía nacional, cuando hay que organizar actividades tienen que normalizar y ambientar las áreas como otros países civilizados: baños suficientes, luces, vigilancia, bebidas en vasos, área de comida, artistas y cultura.

Además, la inversión en turismo, cultura, debe llegar a cada barrio marginado, para enseñar las otras formas de fortalecer el espíritu. El folklor, la poesía, la sinfonía, el baile, la lectura y la inversión en el bienestar social, son las alternativas para desmontar el sistema de creencia distorsionado y limitante.

El cerebro cambia con la cultura. Los del teteo, necesitan programas sostenidos de políticas sociales en el bienestar, en el deporte, la salud, la educación y las nuevas formas de convivencia.

Excluyendo y limitando, rechazando y arrinconando a los grupos populares no se limita la cultura, es enseñando, invirtiendo, normalizando, fiscalizando y, sobre todo, creando oportunidades para mejorar el carácter social, el respeto por las normas de todos y la convivencia pacífica.