Los días 2 y 3 de marzo de 1974, encabezando una nutrida caravana del Acuerdo de Santiago, el hacendado cibaeño Silvestre Antonio Guzmán Fernández visitó varios municipios de la región Sur promoviendo su candidatura a la Presidencia de la República por esa alianza opositora que encabezaba el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), para poder calibrar la simpatía que había generado entre sus moradores, con miras a la competencia electoral del 16 de mayo en oposición a la segunda reelección consecutiva del presidente Joaquín Balaguer.
El regocijo desbordante en cada comunidad sureña, suscitado por su presencia en la región, se manifestó con frenesí el domingo a su entrada al pueblo de Comendador, provincia Elías Piña, donde una multitud impresionante y jubilosa, orientada por el secretario general del comité municipal del PRD, José Lowenski Paulino, le brindó una calurosa acogida ondeando banderas blancas, amarillas, verdes y rojinegras, así como otros símbolos del perredeísmo y sus aliados (los partidos Revolucionario Social Cristiano (PRSC), Quisqueyano Demócrata (PQD) y Movimiento Popular Dominicano (MPD), mientras coreaba las consignas: “¡Ese es! ¡Ese es!»; «¡Guzmán, querido, el pueblo está contigo!”, en un incesante vitoreo que aumentaba el vigor de su actividad proselitista.
El empuje del aspirante presidencial cuando aún faltaba mes y medio para el inicio formal de la campaña electoral, asombró a los jefes políticos locales del oficialismo que habían apostado a su fracaso y ahora observaban sorprendidos el amplio despliegue y colorido de aquella marcha, aunque reaccionaron casi enseguida para abogar por su dispersión mediante una operación coercitiva de factura castrense, que sería ejecutada sin reparos por el mayor del Ejército Benjamín Puello Robles, poniendo a los soldados bajo su mando -adscritos a la fortaleza Estrelleta- a hostigar y dispersar la caravana, originando un tumulto que en breve tiempo sería controlado mediante una masiva redada que afectó al propio candidato presidencial, quien fue detenido por espacio de una hora y despojado de un revólver calibre 38 que portaba legalmente.
Esa embestida hostil del citado oficial de mentalidad trujillista, pudo haber perturbado la proclamada apoliticidad de las Fuerzas Armadas y sus aspiraciones de profesionalización, de no ser por la excusa inmediata ofrecida a don Antonio por el comandante superior de aquellos soldados, mayor general Enrique Pérez y Pérez, en una carta entregada a su destinatario el martes 5 de marzo y difundida por el coronel José Indalecio Peral Brea (emisario) y su acompañante, el mayor José Emilio Guzmán Fernández, durante un encuentro sostenido con el aspirante presidencial en la casa No. 2 de la calle Rodríguez Urdaneta del sector de Gascue (residencia del licenciado Jacobo Majluta), en presencia del licenciado Secundino Gil Morales y el doctor José Francisco Peña Gómez, presidente y secretario general del partido blanco.
El mensaje leído por el citado coronel decía lo siguiente: “Venimos comisionados por el jefe del Ejército a pedirle disculpas por el trato que le dispensaron en Elías Piña, el cual no se compadece con las disposiciones del superior Gobierno”.
Esas palabras no eran casuales, ya que el general Pérez y Pérez era un hombre de conocida formación académica, que había ejercido la más alta autoridad castrense y concedía gran importancia al carácter apolítico de la carrera militar, sujeto a las normas de los cuarteles y la obediencia al poder civil, obviando su cerrada aversión a la filosofía marxista-leninista.
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Inicio campaña electoral
Don Antonio Guzmán comenzó formalmente su accionar electoral el domingo 14 de abril de 1974, encabezando una ordenada y concurrida caravana por la región Suroeste en compañía del secretario general del PRSC, doctor Lucas Antonio Rojas Villavizar; el secretario general del PQD, doctor Julio Genaro Campillo Pérez y los candidatos a síndicos del PRD y el PQD en el distrito municipal de “Sabana Larga” y el municipio de San José de Ocoa.
La caravana compuesta por unos 25 vehículos hizo breves paradas en “Rancho Arriba” y “Sabana Larga” antes de arribar al mitin programado en la acogedora ciudad montañosa de Ocoa, donde el candidato aseguraría que un Gobierno suyo prestaría atención y recursos a los productores locales de papas y vegetales, con el objetivo de aumentar la producción agropecuaria y mejorar la calidad de vida de productores y consumidores.
Don Antonio luego se trasladó a Baní para integrar a su equipo de campaña a reconocidos dirigentes reformistas que minutos más tarde estarían participando en una tumultuosa marcha por las principales calles de la ciudad, así como en el mitin de cierre de esa jornada proselitista, donde planteó las prioridades de su programa de Gobierno en materia de empleo, salud, educación y protección social, luego de escuchar los discursos del ingeniero Julio Franjul y el doctor Luis Manuel Tejeda Peña, candidatos a síndico municipal y senador por la provincia Peravia.
Cabe destacar que ese mismo domingo se efectuó una gran caravana por los principales barrios de Santo Domingo, conducida por el secretario general del comité del Distrito Nacional del partido blanco y aspirante a diputado, doctor Pedro Antonio Franco Badía, en compañía de los candidatos a alcalde y senador por la capital, Guarionex Lluberes Montás y profesor Pablo Rafael Casimiro Castro.
La actividad se inició en los alrededores del local perredeísta de la zona A, situado en la calle Gerónimo de Peña, del sector San Carlos, próximo a la antigua avenida Teniente Amado García Guerrero y los participantes caminaron largos tramos de las avenidas 30 de Marzo y San Martín, y luego se desplazaron en vehículos y a pie por las calles San Juan Bosco, Gaspar Hernández, Monte Cristi, Abreu, Trinitaria y 16 de Agosto, para de ahí cruzar a Ciudad Nueva, Ciudad Colonial y los barrios Santa Bárbara, La Marina, La Ciénaga, Mejoramiento Social, Guachupita y Simón Bolívar, culminando en los ensanches Capotillo, Espaillat y Luperón.
Dos días más tarde la caravana de la coalición de partidos hizo su entrada en el municipio de Yaguate, provincia de San Cristóbal, la cual fue recibida a tiros -desde que asomó a la comunidad- por miembros del Servicio Secreto de la Policía, resultando heridos los militantes perredeístas Tirso Urbáez Pérez, Apolinar Rodríguez, Huáscar Caonabo García, Rafael Sierra y Danilo de la Rosa, quienes además fueron apresados y encerrados en la cárcel pública de San Cristóbal.
Este lamentable hecho generó la protesta de la dirigencia provincial del Acuerdo de Santiago y la amenaza de suspensión de la campaña por parte de los candidatos a diputados Cándido Ramón Montás y José María Guerrero, quienes exigieron a la Junta Central Electoral que se pronunciara con energía sobre la violencia electoral para reclamar al Gobierno frenar los actos represivos.
Sin embargo, la campaña tomó otro matiz esa misma semana cuando apoyado en la fortaleza inquebrantable de su espíritu tenaz, don Antonio Guzmán comenzó a recorrer 1,500 kilómetros de carreteras y caminos, visitando los pueblos y los campos de las regiones Nordeste, Noroeste y Cibao, incrementando así su popularidad hasta en el municipio de Villa Bisonó (Navarrete, lar nativo de su adversario reformista), donde miles de personas desfilaron por sus calles aclamando su nombre y gritando una y otra vez el eslogan: “¡Balaguer perdiste en la tierra en que naciste!”.
De esa manera, el candidato presidencial fortaleció su imagen, motivando que en un análisis noticioso publicado el jueves 18 de abril en el diario vespertino “Última Hora”, el periodista Juan Bolívar Díaz Santana señalara que había logrado poner su candidatura “en una buena perspectiva llevando adelante una ofensiva de masas, inesperada por lo menos en el interior del país”.
Una expresión parecida utilizó el destacado periodista y escritor Miguel Guerrero, corresponsal de United Press Internacional (UPI), por medio de un cable que puso a circular por el mundo esa agencia estadounidense de noticias, haciendo saber que “quien hasta hace pocos meses era un rico hacendado sin posibilidades políticas inmediatas; ha surgido repentinamente como una sólida alternativa en los comicios del mes próximo”. Y subrayando que probablemente se trataba de “una especie de milagro político, si se analizan sus posibilidades de hace tres meses y las de ahora”.
Por su parte el doctor Peña Gómez, en un discurso pronunciado el 24 de abril por el programa radial Tribuna Democrática, destacó que don Antonio se había convertido “en el líder de masas campesinas más grande que tiene el país”, aprendiendo en pocos días “a dominar las multitudes y a moverse entre ellas como un líder de una larga experiencia”.
Asimismo, resaltó que este era un “hombre infatigable, cuya voz se mantiene inalterable tras pronunciar 50 discursos, como sucedió este fin de semana y como ya había sucedido durante el recorrido del Sur. Está decidido a realizar un verdadero Gobierno de unidad nacional, sin aceptar presiones de nadie -sea quien sea, ni dentro ni fuera del partido- a asociarse con los mejores ciudadanos de este país”.
El líder perredeísta también aseguró que Balaguer perdería el poder por no contar con “el respaldo necesario para ganar unas elecciones relativamente libres” y porque “el Partido Reformista prácticamente no existe como maquinaria política, sus líderes están exhibiendo una incapacidad y una confusión increíbles; la clase campesina, en un porcentaje elevadísimo, así como las mujeres están respaldando militantemente la candidatura de Guzmán-Wessin, y este fervor campesino sobrepuja el entusiasmo de los acuerdistas de las ciudades”.
Abstención electoral por temor al fraude
El Acuerdo de Santiago fue objeto por tercera vez de una agresión armada, con un saldo de varios heridos, el domingo 21 de abril de 1974, durante la presentación de sus candidatos a senador, diputados y síndico del Distrito Nacional, efectuada en la explanada del puente Francisco del Rosario Sánchez, en la Capital.
Un hecho similar pero con mayor cantidad de personas lesionadas, ocurriría en la mañana del día siguiente en el paraje «Limón del Yuna», de Villa Riva y se repetiría en la noche en el municipio de Constanza, donde soldados del 6to. Batallón de Cazadores, comandados por el coronel del Ejército Héctor García Tejada, tirotearon la caravana del candidato presidencial del Acuerdo de Santiago, quien se vio precisado a abandonar el lugar junto a sus guardaespaldas y seguidores, evitando ser alcanzado por las balas disparadas.
Ese desborde bélico sirvió para alimentar el rumor de golpe de Estado militar que circuló con insistencia por todo el país desde que fueron vistos en actividades reeleccionistas los generales Neit Rafael Nivar Seijas, Manuel de Jesús Checo y Juan René Beauchamps Javier, y los coroneles Simón Tadeo Guerrero González y Esteban Jáquez Olivero.
Aunque ese murmullo comenzó a disiparse a partir del martes 30 de abril, al efectuarse una reunión entre los jefes de las Fuerzas Armadas y los líderes del Acuerdo de Santiago, en el despacho del secretario de Estado contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes, donde los altos oficiales rechazaron la especie de golpe de Estado y aseguraron que no estaban pensando en quebrar el orden constitucional, sino en permitir la toma del poder al ganador de los comicios del 16 de mayo.
Los jerarcas de las instituciones castrenses se comprometieron a poner fin a la participación de sus miembros en el proselitismo político y mostraron su disposición de mantener el contacto con la oposición para contribuir a la solución de cualquier problema que pudiera surgir durante el resto de la campaña electoral.
Esa actitud positiva del alto mando militar animó a los dirigentes de la alianza opositora a retomar su programa de actividades y movilizarse por todo el país, hasta ver coronado por el éxito el gran desfile realizado por la calle Del Sol, de Santiago, el domingo 5 de mayo, utilizando alrededor de 1,800 vehículos que se desplazaron por diferentes vías de la ciudad, concluyendo tres horas después en la explanada del estadio Cibao, donde se llevó a cabo una gigantesca concentración de simpatizantes acuerdistas de toda la región Norte.
Luego de ese acto multitudinario, los dirigentes oficialistas se habrían convencido de que solo mediante acciones fraudulentas del órgano electoral se podría torcer la voluntad popular y evitar la derrota de Balaguer en las urnas, lo que explica por qué el dirigente reformista doctor Leonardo Matos Berrido solicitó públicamente a la JCE, el miércoles siguiente, que permitiera a los electores sufragar en cualquier mesa de votación el 16 de mayo, con lo cual procuraba invalidar el registro electoral.
Esa posición fue rechazada por el PRD, vía su delegado político en la JCE, doctor Máximo Lovatón Pittaluga, al advertir con energía que de ninguna manera su partido aceptaría concurrir a las elecciones si se eliminaba dicho registro, ya que este garantizaba que sólo cuatrocientas personas estuvieran inscritas y con derecho a voto en cada mesa electoral, y recibiendo la debida orientación de los centros informativos establecidos en el Distrito Nacional y los municipios, para conocer con precisión la ubicación de los colegios donde estaban asentados sus nombres.
Lamentablemente la JCE se venía desenvolviendo como una dependencia del Poder Ejecutivo, por lo cual no fue sorpresa que cayera rendida a las presiones del oficialismo, aceptando el 10 de abril (“en menos que canta un gallo”) la solicitud de Matos Berrido para que se autorizara, mediante resolución o por vía de una ley improvisada, la votación indiscriminada que tenía por objetivo alterar el resultado de las elecciones.
Ese fue el motivo que llevó a don Antonio Guzmán a ofrecer unas declaraciones públicas el 11 de mayo desde Monte Cristi -donde realizaba un exitoso recorrido-, acusando al presidente de la JCE de estar trabajando «en contubernio con el Presidente de la República y candidato del Partido Reformista» y a advertir enfáticamente que “si no se deroga esa resolución, no podrá haber elecciones».
El candidato acuerdista afirmó que “de ninguna manera me prestaré a legalizar un fraude electoral” y recalcó que no se prestaría a hacerle el juego a la reelección de Balaguer, legalizando un fraude inminente, ya que la resolución de la JCE era “una violación flagrante de la Ley del Registro Electoral”.
Por ello el PRD, tras consultar a sus aliados, decidió el 14 de mayo de 1974 recusar a los miembros de la JCE y abstenerse de participar en las elecciones por no existir condiciones para votar con un mínimo de garantías, y ordenó a sus delegados en las juntas municipales retirar todas sus candidaturas a cargos electivos.
No obstante la firme posición abstencionista del Acuerdo de Santiago, al presidente Balaguer le dio igual asistir a unos comicios viciados prácticamente solo, teniendo como aparente adversario al contralmirante (R) Luis Homero Lajara Burgos, candidato del recién formado Partido Demócrata Popular (PDP), sin que valieran los esfuerzos realizados por la comisión mediadora, formada por el arzobispo coadjutor de Santo Domingo, monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito; el director del Listín Diario, don Rafael Herrera, y el presidente de la Academia de Ciencias y del Instituto Duartiano, licenciado Pedro Troncoso Sánchez, en busca de una solución a la crisis creada que permitiera la presencia en las urnas de los partidos de oposición.