En primer lugar, debo señalar que el término “movilomanía” sea posiblemente un invento nuestro, cuyo significado es el uso intensivo y discriminado del aparato telefónico móvil, o como mayormente se conoce en nuestro país como “celular”.
La semana pasada, debido a nuestra función de representante internacional del cacao dominicano, debimos asistir al congreso que anualmente realiza la Organización Internacional del Cacao (IICO), reunión que se efectuó en la ciudad de Abidjan, República de la Costa de Marfil, y para llegar a destino tuvimos que hacer una prolongada escala en el aeropuerto Charles de Gaulle de la ciudad de París.
Desde el momento que nos introdujimos en la aeronave que nos transportaría a París, casi todos los pasajeros, después de tomar sus respectivos asientos, sacaron sus teléfonos móviles y empezaron a “chatear”, es decir a intercambiar mensajes a través de WhatsApp, la cual ha venido a suplir la utilización de los teléfonos tradicionales, mediante la escritura de mensajes de doble vía que reciben respuesta inmediata.
En París no fue la excepción, ya que casi todos los pasajeros que se encontraban, sea en tránsito o esperando la designación de la puerta de embarque, movían con facilidad asombrosa, sus dedos sobre el teclado del móvil.
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Algo que notamos que debería ser regulado es la utilización de parte de menores que apenas balbucean, de aplicaciones para niños con móviles o tabletas que se adhieren a sus pechos, sin saber el peligroso riesgo que conllevan las energías de radiofrecuencias que se conocen como SAR.
Cuando un niño es hiperactivo, generalmente los padres para mantenerlo bajo control, le compran una móvil, tableta o en jóvenes escolares una ordenadora para mantenerlo ocupado, sin percatarse que la utilización prolongada de estos dispositivos electrónicos, pueden causar enfermedades por las ondas que emiten, al extremo, que los médicos recomiendan no mantenerlo en el pecho muy cerca del corazón.
En la celebración del Día del Cacao el 1ro. de octubre en el salón de exposiciones agropecuarias de Abidjan con la asistencia del vicepresidente de la nación, oficiales y servidores públicos no respetaron esa dignidad y se veían manipulando sus portátiles sin que nadie los recriminase por la falta de respeto a la dignidad de los altos funcionarios presentes.
La situación en nuestro país es muy similar. Inclusive en lugares en donde se debe guardar respeto, como es el caso de las funerarias, los asistentes se observan muy frecuentemente, mientras están en el velatorio, “chateando” sin tomar en consideración, el dolor que acongoja a los familiares del fallecido.
Como la gran mayoría de los ciudadanos no respetan algunos lugares sacros, generalmente hay una persona que advierte de poner en silencio o apagar sus teléfonos móviles.
Hay situaciones en las cuales, muchas personas se disgustan y hasta osan enrostrarle al desaprensivo su falta de condescendencia en lugares en donde la respetabilidad se impone, en especial en los lugares sacros o luctuosos. En las escuelas y universidades algunos profesores han abandonado el aula debido a que los alumnos solo atienden a sus móviles sin importar la clase.
Los dominicanos debemos aprender que, si bien el teléfono móvil es un adelanto conveniente, el abuso del mismo puede ser visto como no solo una falta de cortesía, sino falta de educación doméstica y puede avergonzar públicamente a sus progenitores. Por eso, en las escuelas, colegios y hasta universidades, debería establecerse una materia para el uso de este indispensable pero molestoso instrumento.