Hace 60 años llegó al país el primer grupo de exiliados que enfrentó públicamente a Trujillo

Hace 60 años llegó al país el primer grupo de exiliados que enfrentó públicamente a Trujillo

Ernesto López Molina, Tico; Máximo López Molina; Mario Jerez Cruz; Andrés Ramos Peguero; y Francisco Elizardo Ramos Peguero. Foto: Juan Gautreau,El Caribe 5 junio 1960.

Si actualmente los dominicanos pueden exhibir ante el mundo diversos logros sociales y políticos, incluyendo vivir en una defectuosa democracia liberal y no bajo una nefasta tiranía, eso no fue un obsequio de las élites dominantes, sino una conquista nacional que costó mucha sangre y luto.

Hasta 1960 la lucha contra el dictador Leónidas Trujillo se realizaba de manera clandestina. Nadie se arriesgaba a combatirlo públicamente en el territorio nacional, so pena de perder la vida. Pero ese año arribó al país el primer grupo de exiliados que desafió el poder del tirano y masificó la lucha en su contra.

Los delegados del exilio llegaron al territorio dominicano desde Cuba, vía Miami y Puerto Rico, y eran fundadores del Movimiento Popular Dominicano (MPD), el primer partido de oposición que llegó al país a luchar contra Trujillo, estando este vivo y gobernando. La segunda comisión antitrujillista representaba al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y llegó el 5 de julio de 1961, cuando ya el dictador había muerto. Ambos partidos fueron fundados en el exilio, en Cuba. El primero en 1956 y el segundo en 1939.

Al desatar pública y abiertamente sus actividades opositoras, el MPD fue la organización política que masificó la lucha contra la dictadura trujillista. El mismo año que sus dirigentes arribaron al país, ya había surgido el Movimiento Clandestino 14 de Junio, pero su creación fue develada en enero de 1960 y sus dirigentes fueron encarcelados. Seguían en prisión cuando el MPD apareció en la palestra pública, en junio de 1960, hace ya sesenta años.

Público concentrado frente a la sede del MPD el 24 junio de 1960 (El Caribe, 25 de junio de 1960.

Público concentrado frente a la sede del MPD el 24 junio de 1960 (El Caribe, 25 de junio de 1960.

En ese entonces, la dictadura trujillista atravesaba por una fuerte crisis, con la oposición de la iglesia católica, de Estados Unidos y de la mayoría de los gobiernos de la región latinoamericana. Esas circunstancias forzaron a Trujillo a admitir brevemente las acciones del MPD, pero sin darle garantías de ningún tipo.

Como sea, el MPD fue la única organización del exilio dominicano que se arriesgó a aprovechar el espacio político abierto, asumiendo la resistencia a la dictadura a riesgo y cuenta propia. Los emepedeístas se dispusieron a desafiar a la fiera.

“Eso fue lo que hizo el MPD testimonió Rafael Rivera Cruz, uno de los militantes que se integraron a la organización tan pronto se estableció en la capital. El MPD aprovechó esa oportunidad”.

Se dijo que Trujillo había “invitado” a los exiliados a que vinieran a participar políticamente, pero fue todo lo contrario: documentos hallados en archivos diplomáticos muestran que los dirigentes del MPD insistieron ante varios funcionarios de Trujillo para que se permitiesen sus actividades públicas, pero nunca recibieron una respuesta positiva.

La decisión final la tomaron Máximo López Molina y Andrés Ramos Peguero en La Habana luego de conocer la carta pastoral lanzada por los obispos católicos el 31 de enero de 1960.

 Máximo López Molina

Máximo López Molina

Antes de retornar al país, los dirigentes del MPD gestionaron tener garantías mínimas para realizar sus actividades legalmen¬te, previendo que de lo contrario le daban un recurso al trujillato para perseguirlos bajo el argumento de realizar supuestas actividades ilícitas. Las primeras gestiones fueron realizadas en 1957 y, según testimonios, se reiteraron en 1958 a través de José Martín Elsevyf, tío político de Máximo López Molina y viejo amigo de Trujillo.

Elsevyf habría presentado la solicitud a Ramfis Trujillo, pero en ambas ocasiones las diligencias arrojaron el mismo resultado: que no había impedimento para el partido establecerse en República Dominicana, pero tampoco garantías para realizar libremente sus actividades. De todos modos, los emepedeístas decidieron jugársela.

Desafiando las dubitaciones del régimen, tres de sus dirigentes en La Habana se aprestaron a organizar los preparativos del retorno: Máximo López Molina, y los her-manos Andrés y Chino Ramos Peguero. Este último permaneció en Puerto Rico recabando ayuda internacional, mientras los otros dos ingresaron a la capital dominicana el 4 de junio de 1960 por el aeropuerto de Punta Caucedo, como se llamaba entonces el actual Aeropuerto Internacional de Las Américas.

La agencia de prensa estadounidense AP registró su llegada y su declaración de que venían a hacer política de oposición al régimen trujillista. La crónica de su recibimiento la hizo el joven periodista Radhamés Gómez Pepín para el diario El Caribe, el 5 de junio de 1960.

El MPD masificó la lucha contra Trujillo

Unos días después de su arribo, los dirigentes del MPD alquilaron un amplio local en el segundo piso en la calle José Trujillo Valdez número 12, actual avenida Duarte. La sede se abrió a partir del 11 de junio, fecha en que el MPD salió a la palestra pública en suelo dominicano con el lanzamiento de su segundo manifiesto, el primero en el país.

Sus actividades se expandieron hacia diversos sectores de la capital y varias ciudades del interior, como Santiago de los Caballeros, Puerta Plata y La Vega, lugares donde sus dirigentes y simpatizantes fueron perseguidos, muriendo centenares de ellos en pocos meses. Una lista levantada tras la muerte de Trujillo, arrojó casi un centenar de emepedeístas asesinados por el trujillato.

Mientras el Movimiento 14 de Junio concitó, principalmente, el apoyo de las capas medias y grupos ilustrados antitrujillistas, los emepedeístas canalizaron la resistencia de los sectores populares urbanos; fue el MPD el que le dio carácter popular y masivo a la resistencia antitrujillista y al proceso de destrujillización tras el ajusticiamiento del déspota en 1961.

El ajusticiamiento del tirano mediante un complot de elite, con la rápida reacción de los grupos oligárquicos y del imperialismo estadounidense ante el emergente movimiento de resistencia popular, truncó la posibilidad de que el pueblo dominicano acabara, por medio de la acción colectiva, no solo con el dictador, sino también con la dictadura. El proceso de destrujillización, destinado a liquidar el sistema de dominación trujillista, quedó inconcluso. En ese entonces murió el dictador, pero no la dictadura.