Hacer el ridículo

Hacer el ridículo

Por Julio Ravelo Astacio

Los versos del poeta Antonio Machado “caminante no hay camino, se hace camino al andar” interpretados y divulgados de manera magistral por Joan Manuel Serrat, pueden ser abono importante para que renazca en cada persona la decisión de enfrentar las durezas de la vida hasta doblegarlas, y desbrozada la ruta arribar al destino soñado.

¿Cuál es el perfil de estas personas? Por lo general son muy tímidas, inseguras, dubitativas, baja autoestima, preocupación excesiva por el qué dirán, fracasos anteriores, comentarios de familiares y amigos acerca de sus cualidades o limitaciones. Temor excesivo a quedar mal, a meter la pata, a que se rían o burlen de él/ella. El componente cultural va también a influir en estas características que se tornan más relevantes si a ello se agregan manifestaciones como la ansiedad, estrés, depresión.

La falta de conocimientos puede ser fuente de inseguridad, al mismo tiempo causante del temor a hacer el ridículo. Cuando la persona tiene sólida formación del tema, puede ser menos propensa a pensar en el fracaso.

A los amigos lectores debo advertir que, este temor es universal, la mayoría de la población lo sufre. Una parte de ella aprende pronto a superarlo. Otros aun siendo figuras relevantes en el arte, la cultura, ciencia, deportes, entre otros, van a experimentar ese miedo escénico, ese temor exagerado a la opinión de los demás, cada vez que tengan la necesidad de presentarse al público, aún sea ello parte de su diario vivir: artista, comunicador social, destacado profesional, próspero empresario.

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“Pienso que el miedo me paralice, que la mente se me quede en blanco, y la vergüenza me mate”. Son parte de los pensamientos de las personas que sufren estas situaciones. Todo ello en desmedro suyo, iniciando un proceso de evitación, para no exponerse al “riesgo” que tanto temor le genera y puede llevarle a ser fuente de sufrimiento y estrés. Si el cuadro avanza y se profundiza puede llegar a una fobia+ social, que le conduce a mayor inhibición. Rehúye las actividades sociales y hasta de trabajo.

La poesía, un buen libro, una película con buenos argumentos y bien realizada pueden ser elementos que nos ayuden en la docencia. Un buen ejemplo de vida, una persona destacada, puede ser apoyo importante para disipar miedos y temores en nuestros jóvenes estudiantes. Esas son partes de las herramientas en que nos apoyamos para estimular sueños, creatividad, fortaleza en los propósitos, decisión de lucha para lograr objetivos.

Los que amamos la docencia sabemos que, dadas las características del medio en que vivimos, muchos jóvenes pueden abandonar sus objetivos, escoger el camino fácil, entender que no vale la pena luchar tanto para seguir igual.

Un profesor (a) motivado puede ser la compensación que la vida nos ofrece, aparte del hogar, para con nuestras experiencias y capacidades, revivir la esperanza perdida.

Darle motivación y sentido a esa vida joven que solo requiere de una buena orientación para seguir avanzando de manera decidida.

La magia de la psicoterapia reside en el uso adecuado y preciso de la palabra para convencer a las personas de que sus limitaciones ciertas o no, pueden ser enfrentadas y superadas cuando se tiene la oportunidad de apoyar, reorientar a otro ser humano.

Esa magia se torna más cierta y apropiada cuando la persona se siente insegura, temerosa, inhibida por situaciones a las que debe enfrentar y aparece la duda. “Lo podré hacer?”, “seré capaz de lograrlo?”, “mejor lo dejo para otra ocasión”.

Hagámosles un trillo a estas personas. ¿Qué es un trillo? los campesinos para trasladarse de un lugar a otro transitaban por el mismo lugar.

La tierra se va compactando, la maleza se aleja por el paso de hombres y animales.

Se forma así un caminito o senda. De ahí los versos del poeta Machado: “se hace camino al andar”. El miedo al ridículo se vence transitando repetidamente la misma ruta, exponiéndose. Ya luego usted caminará seguro, tranquilo. Desaparece el miedo.

Ningún humano nació caminando, hablando, escribiendo, bailando. Todo ello se aprende y consolida en el tiempo con perseverancia.

Les invito a subir con decisión al escenario de la vida. Con determinación y firmeza dejemos atrás el temor de “hacer el ridículo”.