Hacer lo correcto ha sido la estrategia más exitosa empleada por las relaciones públicas de ayer y de hoy. Hacer lo correcto es el medio más eficiente para evitar el surgimiento de percepciones, actitudes y opiniones negativas. Por lo general, los países, las empresas, las instituciones y las marcas que hacen lo correcto, dejan huellas positivas trascendentales, las que en el corto, mediano y largo plazos terminan impactando favorablemente su reputación, su credibilidad, su confianza y su imagen pública. Quien hace lo correcto siempre tendrá menos posibilidades de enfrentar las consecuencias de lo mal hecho.
Desde la mirada ética y profesional de las relaciones públicas, hacer lo correcto consiste en no traficar con la verdad, no ocultar la realidad, cumplir las promesas, poner en práctica la solidaridad con los que menos tienen, respetar las leyes establecidas, no quebrar conscientemente los limites positivos, no sobornar para ganar determinados concursos millonarios, hablar y actuar con justicia cada vez que la circunstancia lo amerite, así como no incurrir en prácticas gerenciales que fomenten la corrupción y la impunidad.
Sin duda, hacer lo correcto agrega valor a la reputación, a la credibilidad, a la confianza y a la imagen pública de los que piensan, deciden, actúan y hablan apegados al imperio de las leyes, las normas y las costumbres. Son altas las probabilidades de que los países, las empresas, las instituciones, las marcas y las personas que siempre hacen lo correcto, se vean en la triste realidad de tener que dedicar tiempo, energía y dinero para enfrentar las duras consecuencias que surgen luego que la credibilidad y la confianza entran en crisis. En fin, hacer lo correcto siempre es una estrategia sabia y segura, mediante la cual es posible prevenir crisis que afecten la reputación y la credibilidad de los países, las empresas, las instituciones y de las marcas.