La primera reflexión: “hacer lo correcto, aunque no te vean”. Es decir, la conciencia y los valores militan en el cerebro y asumir la voluntad de hacer siempre lo correcto; no es necesario la fiscalización para asumir comportamientos sociales transparente, ético y apegados a principio morales y de costumbre sanas.
Los japoneses tienen un principio que dice: “lo que no es tuyo es de alguien” o sea, nadie se encuentra un objeto, ni se lleva la bicicleta pública, ni el paragua, ni la billetera, ni el celular, ni el dinero, debido a que pertenece alguien.
Hacer lo correcto siempre en cualquier escenario, espacio público o privado, en la familia, en el trabajo, con las amistades o la pareja; siempre aplicar buenas prácticas basadas: “no me dañes no te daño”.
Hoy vivimos dentro del relativismos éticos, en plena permisividad social de hacer lo que conviene, sin importar las consecuencias, ni los resultados de la vida, apostando a la memoria corta, al maquillaje social y a la conducta disociales sin resaca moral.
Sin embargo, siempre es mejor hacer lo correcto, respetar las normas, las leyes, a las personas y las instituciones. Desde lo individual o lo personal se debe defender la vida ética en lo público y privado, hacia dentro y hacia fuera.
Lo correcto es no dañar, no violar principios, no traicionarse, no traicionar el espíritu y a las actitudes emocionales positivas.
Duele decirlo, los comportamientos sociales defienden “hacer lo que conviene” “lo que dé resultado”. ¿Pero qué es hacer lo que conviene? Sencillamente, accidentar o violar normas, traicionar principios, asesinar la ética y moral, forzar las cosas, abandonar la coherencia y practicar el pragmatismo.
Hacer lo que conviene, lo que ayuda a lograr un resultado, no importa los medios, ni los fines, a la forma maquiavélica, a la patología social y a la conducta disociales.
Los psicópatas funcionales aplican siempre y defienden hacer lo que es conveniente, se apuesta a los resultados, no importa a quién se dañe, ni lo transgresión a la moral, a los principios y convivencia social. Literalmente, no siente culpa, miedo, vergüenza, resaca moral, ni arrepentimiento.
Las personas de cerebro dañado, ni de conductas disociales huyen de hacer lo correcto, cuidar las formas, el no ensuciar; más bien, le gusta exponerse, buscan actividades adrenérgicas, de riesgo y de conducta riesgosas. En las diferentes actividades donde hay que asumir riesgos, son seleccionados o utilizados “para lo que sea” y “cuando sea”.
A los niños, adolescentes y adultos tempranos, hay que aplicar crianza positiva basada en hacer lo correcto, en no dañar, ni violar normas, ni principio.
Hacer lo conveniente, buscar resultados rápidos, apostar a la ausencia de consecuencias, jugar al olvido y entretenimiento social, son prácticaa sociales entendibles, pero no defendibles en cualquier circunstancia.
Una persona correcta e intachable, no hace lo que conviene, lo que acomoda, ni lo que repite todo el mundo.
Las sociedades más prósperas y de mayor bienestar, promueven en la vida ciudadana hacer lo correcto, aunque no te vean. Hacerlo bien, no dañar, no traicionar, no manipular, ni controlar a personas o convertirla en un fin o un propósito. Hacer lo que conviene es una trampa social y una conducta disocial.