Por Mirfak Rowland
La Asamblea General Extraordinaria del ICOM (Consejo Internacional de Museos, por su sigla en inglés) adoptó una nueva definición de museo, la cual establece lo siguiente:
“Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos”.
Esta definición fue aprobada en agosto del año pasado en el marco de la 26.ª Conferencia General del ICOM, celebrada en Praga, y la misma supone un reto para los museos, ya que conlleva la adopción de nuevos enfoques en el ejercicio de su misión como entes transmisores de conocimientos, así como de custodios y promotores del patrimonio cultural de las comunidades.
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Para nadie es un secreto que las sociedades han evolucionado. Hoy en día, las nuevas tecnologías de la información están trazando las pautas de la convivencia humana. Vivimos en un mundo hiperconectado, y es en ese mundo en el que los museos operan, por lo que adaptarse a la nueva y cambiante realidad es uno de sus principales desafíos.
Por este y otros motivos, fue necesario el abordaje de una nueva definición de qué son los museos, en la cual ahora se incorporan nuevos elementos que buscan reorientar sus objetivos para hacer de ellos unas entidades mucho más democráticas, inclusivas y participativas. Y es que los museos contemporáneos deben ser, más que transmisores, constructores de conocimiento. Como bien lo plantea la nueva definición, el museo de este siglo debe ofrecer experiencias que guíen a las audiencias hacia una reflexión crítica en torno a las diferentes problemáticas que aquejan a las colectividades.
Resulta reconfortante ver cómo el museo ha ido evolucionando paulatinamente y entendemos que esta nueva definición contribuye a fortalecer su rol como agente de cambio social. Las sociedades con tradición en materia museal han ido adaptándose a las nuevas exigencias de los públicos para poder cumplir con ese papel y, de esta manera, ser capaces de ofrecer a sus audiencias espacios en los que no solo se transmita información, sino que también lleven a las mismas a una mayor comprensión de sus realidades.
El museo ha pasado por importantes transiciones que ponen de relieve su creciente papel como institución de gran injerencia social. En sus inicios, la función de los museos se limitaba a la mera exposición privada de bienes patrimoniales a intelectuales y sectores privilegiados de la sociedad. Sin embargo, posteriormente, en el periodo comprendido entre los siglos XVIII y XIX, comenzaron a exhibirse al público en general las colecciones de mayor importancia, luego de que estas pasaron a convertirse en patrimonio nacional.
Museos como la National Gallery de Londres, la Tate Gallery, el Kunsthistorisches Museum de Viena, la Pinacoteca de Munich, la Galería Nacional de Praga, el Museo del Hermitage, la Galería Uffizi de Florencia, los Museos Vaticanos, el Museo del Prado y el Metropolitan de Nueva York, entre muchos otros, acogieron en sus salas dichas colecciones.
Con el paso de los años, el museo ha ido fortaleciendo su accionar democrático e inclusivo, ofreciendo a públicos heterogéneos la oportunidad no solo de poder apreciar los bienes de interés cultural exhibidos en sus salas, sino también de participar en un diálogo que resulta saludable, en el entendido de que estos espacios deben fomentar la cohesión social y ser generadores de conciencia en un mundo globalizado.
Hoy en día, podemos ver que una gran cantidad de museos buscan fomentar la cercanía con públicos diversos al utilizar la tecnología como una aliada de primer orden para conectar en tiempo real tanto con las audiencias cautivas como con las potenciales.
Esto ha contribuido a que, de forma vertiginosa, se erradiquen los estigmas que marcaron a las instituciones museísticas y que las mantuvieron en penumbras, alejadas de las masas por décadas.