Haití

Haití

Claudio Acosta

Cómo se nota que Estados Unidos se decidió por fin a intervenir de manera directa en la búsqueda de una solución para la crisis de Haití, que ahora depende de su capacidad para conformar, “a la mayor brevedad posible”, un Consejo Presidencial de transición que estará compuesto de siete miembros en representación de los mayores partidos políticos, la sociedad civil y el sector privado. Pero eso no parece tan fácil debido a lo fragmentada que está la sociedad haitiana de hoy, pero más que nada porque se perdió demasiado tiempo mirando desde lejos cómo Haití se precipitaba al abismo, lo que permitió a las bandas criminales ganar tanto terreno que la única manera de desplazarlas es por medio de las armas, de las que sabemos carece ese Consejo Presidencial sin importar los nombres de quienes lo integren, si es que logran ponerse algún día de acuerdo.

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Y ahí es donde se complica la cosa, pues los países, con Kenia a la cabeza, que se involucren en esa intervención enviarán sus soldados a una guerra de pacificación que puede ser muy cruenta, lo que los expone a regresar a casa en bolsas de cadáveres, y en estos tiempos eso no es bueno para ningún gobierno.

Mientras tanto el pueblo haitiano sufre hambre y se desespera, poniendo a prueba la sensibilidad de la comunidad internacional, que ahora contempla con horror y preocupación lo que antes miraba con indiferencia, pero sin mover un dedo, más allá de los discursos de conmiseración, para aliviar su triste calvario. Y basta un solo ejemplo.

El pasado martes un grupo de 65 inmigrantes haitianos, cuya embarcación fue interceptada por la Guardia Costera de Estados Unidos en las costas de Bahamas, fueron repatriados hacia su país de origen. Los haitianos, apresados el pasado jueves, recibieron alimentos, refugio y atención médica básica, pero tan pronto recuperaron sus fuerzas fueron devueltos, sin mayores miramientos ni consideraciones, al infierno del que trataron de escapar en una embarcación tan frágil y precaria como su destino.