Haití se encuentra hoy en una encrucijada y una grave inestabilidad social, política, económica, institucional y humanitaria.
En un primer escenario de hechos recientes, a raíz del conflicto suscitado por el inicio de los trabajos en el canal del río masacre por parte de empresarios haitianos, las relaciones diplomáticas entre República Dominicana y Haití se agravaron, al tal punto que nuestro país, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, envió y protestó a Haití con una nota diplomática, en los términos más enérgicos, luego de que policías de ese país ingresaran a nuestro territorio por la frontera norte, para “dispersar” un intercambio comercial entre mercaderes de ambas Naciones. Irrumpieron de forma agresiva, utilizando uniformes o indumentarias de la policía haitiana, y tuvo que intervenir el ejército nacional dominicano. Esto es producto del resultado de la grave crisis que vive el pueblo haitiano, un Estado totalmente desarticulado.
Haití representa un problema que incide en la seguridad nacional del Estado Dominicano. Han sido estas las razones de las medidas que ha tenido que tomar el Presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, conjuntamente con el Consejo de Seguridad, para preservar la integridad de nuestro territorio, porque los precedentes que se han generado desde la construcción en el “Canal de la Vijía”, que afecta el Río Masacre, devino en una crisis binacional que llegó a la Organización de Estados Americanos (OEA).
Estas provocaciones constituyen una desconsideración hacia el pueblo dominicano, ya que, nuestro país ha sido claro con las posturas frente la grave crisis haitiana; además, luego del magnicidio del Presidente haitiano, Jovenel Moïse, esto ha devenido en una crisis humanitaria devastadora e inseguridad sin precedentes en Haití, de tal forma que al día de hoy no existe un interlocutor legítimo con el que se pueda conversar y arribar a niveles de comprensión aceptables entre dos Naciones que están ubicadas en una misma isla, pero que tiene una frontera común que les divide, y distintas modalidades a nivel cultural e histórico; sin dudas, es complicado conversar con esta contraparte, ya que ha sido infructuosa por la falta de autoridades legítimas en Haití.
A pesar de que la Organización de Estados Americanos (OEA) ha dicho que ha iniciado diálogos y misiones en Haití, la intervención de la OEA y la comunidad internacional no ha sido lo suficientemente recíproca con las gestiones y posturas proactivas que ha tenido el Estado dominicano, quien ha sido capaz de extrapolar y comunicar, mediante todas las vías, por supuesto la diplomática, la grave crisis que afronta en materia de inseguridad, inestabilidad social, política, económica, humanitaria e institucional de Haití, y todavía, la comunidad internacional se tambalea con el compromiso que se hizo en las Naciones Unidad de enviar a ese país una fuerza élite para la pacificación.
En un segundo escenario, más reciente, se ha evidenciado la provocación en Juana Méndez de Guy Philippe, paramilitar y ex golpista haitiano, deportado el 1 de diciembre a su país tras cumplir una condena por narcotráfico en Estados Unidos, que en un momento hizo un intento de golpe de Estado contra René Preval, luego, en el 2004, logró derrocar a Jean-Bertrand Aristide, y como si fuera poco, realizó un atentado contra el ex presidente de la República Dominicana, el Dr. Leonel Fernández, al cual casi lo mata.
Este personaje, continúa con intensas provocaciones en Juana Méndez, Haití, en el Noreste de la Frontera con la República Dominicana, instigando a los haitianos a la «desobediencia civil» contra su “gobierno”, afectando al extremo la estabilidad y la seguridad de ese país.
La llegada de Guy Phillipe representa una crispación de la ya muy afectada relación bilateral entre República Dominicana y Haití, ha puesto en jaque ese país, generando conmoción, intensas manifestaciones en Juana Méndez, y sobre todo, por el precedente que tiene de desestabilizador y ex golpista, requiere de una cercana atención.
En un tercer escenario, de novedad sin precedentes, la grave crisis en Haití se agudiza cada vez más, ahora con el secuestro de seis (6) religiosas y un conductor, en las inmediaciones del Palacio Nacional de Haití, las cuales pertenecen a la Congregación denominada «Hermanas de Sainte-Anne», en la que sus mercenarios han pedido como recompensa para su liberación la suma de 3 millones de dólares; hasta el Papa Francisco ha solicitado “formar una cadena de oración» por la paz. A esto se suma el recién atentado y asesinato del Vicecónsul Haitiano Claude Joazard.
Es evidente que Haití se encuentra en una encrucijada, un laberinto de inestabilidad social, política, económica, institucional y humanitaria, es decir, en jaque mate donde hasta el tablero está en peligro.