Haití por dentro y por fuera: ¿Qué hacer?

Haití por dentro y por fuera: ¿Qué hacer?

La crisis política, económica y social de Haití se encuentra dinamitada. A media vista, no tienen salida, no hay esperanza, ni camino claro, ni alternativas posibles. Literalmente, no hay soluciones desde dentro para construir un diálogo, llamar al orden, parir estrategias o paradigma.

En Haití no hay símbolos respetados, ni instituciones creíbles, no existen hombres preclaros, ni grupos económicos, intelectuales, religiosos, financieros, gremios o partidos que sepan qué hacer, cuando la mayoría no sabe qué hacer.
Desde dentro, se viven los secuestros, atracos, asesinatos, pago de peajes, bandas armadas, caos, incertidumbre, miedo, frustración, abandono y una proliferación de insensibilidad humana crónica que, solo se alimenta del remordimiento, el odio, la maledicencia y la sobrevivencia desorientada.

Desde fuera, no hay corresponsabilidad con Haití, las colonias de ayer no quieren repetir la historia, no desean ni invertir, colonizar, ocupar, ayudar, proteger, humanizar ni fiscalizar nada en el abatido y sufrido pueblo haitiano.
Los organismos como la ONU, la OEA, Unión Europea, Canadá, Unicef, Visión Mundial, FAO, OMS, etc., nadie ha llamado internacionalmente a la ayuda, con la hambruna, enfermedades, muertes del pueblo más pobre del continente.

La cultura de la pobreza, el analfabetismo, la desestructuración socio-cultural y la pobre asimilación de los procesos sociales y políticos han dejado un comportamiento mágico-religioso y social propio del siglo XVIII y XIX. Los haitianos se resistieron a la organización militar, social y estructural que los soldados chilenos, de Brasil, médicos cubanos, y la ayuda europea por más de dos décadas, más bien, salieron diciendo: “Haití es un país inviable, salvaje, que se resiste a toda forma de vida organizada y pacífica”.

La República Dominicana tiene que articular política internacional de hacer visible la tragedia haitiana, no desde dentro, sino hacia fuera.

La cancillería dominicana tiene que acudir puerta por puerta a las embajadas en el exterior de Francia, Canadá, EE.UU., organismo Internacionales, hacer paradas semanales con cartelones, pidiendo la ayuda e intervención a Haití. También, el gobierno dominicano debe urgente proponer una discusión migratoria y de soluciones con México y países de la región.

Los empresarios, las iglesias dominicanas, artistitas, deben hablar en cada espacio internacional sobre la solución al problema haitiano.

Hacia dentro, debemos cuidarnos de no victimizar al pueblo haitiano ni aplicar deportaciones que violen acuerdos humanitarios. Hay que proteger la frontera, cuidar la entrada masiva, comprometer a los sectores productivos nuestro que necesiten las manos de obra haitiana en todos sus reglones, para que cumplan con los acuerdos de trabajo. O sea, transparencia y reglas claras civilizadas.

Debemos cuidarnos del nacionalismo ortodoxo y populista que funciona con prejuicio, discriminación y sistema de creencia distorsionado; la patria no está en peligro.

Sencillamente, debemos ayudar a Haití a pensar, construirle la vía Internacional, buscarle la visibilidad, ponerle voz y empoderamiento para que vayan en su auxilio. Duele decirlo, nunca se vive tranquilo cuando el vecino carece de todo. Cuando un país llega a los niveles donde se encuentra Haití, donde no hay clase gobernante, no funciona el Estado, ni hay cultura de convivencia pacífica, ni miedo ni consecuencia “hagan lo que hagan”, entonces, es de esperar la recurrencia del caos y de la crisis.


El camino de los dominicanos es viabilizar y clamar la solidaridad internacional, el compromiso humanitario, sin descuidar la frontera ni ceder ante la presión irresponsable de los organismos internacionales.

No hay símbolos respetados, ni instituciones creíbles en Haití

Desde dentro, se viven los atracos, secuestros, bandas armadas, caos…

RD deberá articular política internacional de hacer visible la tragedia haitiana

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