En esta imagen, tomada el 25 de mayo de 2016, la artista visual haitiana Tessa Mars se tira en el piso para terminar los detalles de la parte inferior de na de sus obras, en el recuperado Centre dArt (Centro de Arte) en Puerto Príncipe, Haití. Mars ayuda a los estudiantes que esperan colocar sus cuadros en una competición que busca la mejor representación de la vida en democracia. (AP Foto/Dieu Nalio Chery)
Haití. – Youvensky Despeignes solía pasar horas elaborando dibujos abstractos con lápiz y tinta sobre un cuaderno barato, mientras sus aspiraciones para convertirse en pintor se veían frustradas por la falta de oportunidades en Haití, un país cuyo rico patrimonio artístico se vio afectado por décadas de decadencia.
Pero el joven de 22 años es ahora un estudiante becado del Centre d’Art de Puerto Príncipe, donde aprende a pintar con uno de los artistas visuales más conocidos del país. Él es uno de los beneficiarios de los esfuerzos para recuperar el histórico centro cultural tras la destrucción de su ornamentado edificio tras el sismo de 2010 y la muerte de su longevo director de 92 años solo unos meses después.
Aunque algunos pensaron que esos dos reveses supondrían el final de una larga estirpe de artistas haitianos, un grupo joven y lleno de energía está reactivando el centro, y con ello un importante patrimonio de pinturas coloridas, esculturas y otras obras que le valieron a Haití una reputación internacional por un arte crudo e imaginativo.
«Siento que hay un camino para convertirme en un artista de verdad», dice Despeignes en un taller con forma de cenador detrás de los muros de concreto del centro. «Este lugar es inspirador».
Mientras el reinventado Centre d’Art enfrenta numerosos retos, sus nuevas clases y talleres, impartidos por elenco rotativo de artistas locales y extranjeros, atraen a docenas de estudiantes. Se han construido pequeños edificios para poder impartir las clases y hay un ambicioso proyecto en marcha para catalogar archivos y documentar su colección de casi 5.000 obras.
«Se siente que aquí se reúnen las energías correctas «, dijo Tessa Mars, una pintora haitiana de 30 años que además es una de las maestras.
Las labores de recuperación del centro están encabezadas por su directora ejecutiva, Louise Perrichon, una francesa que se enamoró del país en 2007, y Pascale Monnin, un pintor y escultor haitiano-suizo que está al frente de la parte artística. La ONG local Knowledge & Freedom Foundation y la fundación de una familia francesa aportan la mayor parte del respaldo institucional.
Monnin, cuya familia posee una importante galería de arte en el país, apunta que la recuperación del centro forma parte de un esfuerzo para recuperar el legado artístico del país, en franco contraste con su empobrecimiento económico y el actual caos político.
«Estamos hablando de cambiar la forma de mirar el arte haitiano, pero creo que también puede cambiar la forma en la que la gente mira a Haití», apunta Monnin.
El talento es algo que no escasea en el país. La concurrida área metropolitana de Puerto Príncipe bulle con energía creativa. En las paredes de las peluquerías suelen pintarse retratos y diseños fantásticos decoran los laterales de los minibuses llamados «tap-taps». Otros trabajan en la industria artesanal, creando artículos para los visitantes como colgantes de metal para las paredes o coloridas tallas de animales.
Perrichon y Monnin quieren que el nuevo Centre d’Art se nutra de creaciones originales, no de imitaciones para turistas o de copias de copas.
Alentar la aparición de nuevos artistas ha sido uno de los objetivos de la institución desde su fundación en 1944 por Dewitt Peters, un acuarelista estadounidense que llegó al país para enseñar inglés. Buscó a pintores autodidactas como Hector Hyppolite, conocido por incorporar la iconografía de la religión vudú, tradicional del país, a su obra.
Aunque en el Centre d’Art siempre hubo artistas procedentes de las clases alta y media del país, fueron Hyppolite y otros artistas sin formación y de origen humilde los que cautivaron a intelectuales y críticos en Europa y Estados Unidos con su arte.
Las pinturas creadas en el centro por artistas agrupados en un movimiento calificado como «ingenuo» o «primitivo» se convirtieron pronto en una sensación. Adinerados coleccionistas de todo el mundo buscaban sus piezas. Durante décadas, la popularidad del arte haitiano se vio favorecido por una incipiente industria turística, cuyo ejemplo eran los cruceros que atracaban tres veces por semana en Puerto Príncipe.
Pero a medida que Haití comenzaba a sumirse en el caos político tras el derrocamiento en 1986 del dictador Duvalier, que gobernó el país durante 28 años, el mercado local para pinturas y esculturas disminuía. El embargo comercial impuesto a principios de la década de 1990 tras un sangriento golpe de Estado que terminó con el gobierno electo creó un momento especialmente difícil.
Al contrario que en países más ricos donde los tesoros nacionales están protegidos por el Estado, las organizaciones privadas y los particulares hacen casi todo el trabajo en Haití. En los próximos años, Perrichon espera atraer a más mecenas para crear un centro de documentación y mejorar el Centre d’Art.
Pero su objetivo principal seguirá siendo siempre el mismo: Encontrar, orientar y promocionar a artistas haitianos al tiempo que protege las joyas artísticas.
Para asegurar la presencia de alumnos de distintos estratos sociales, un tercio de todas las plazas están reservadas para estudiantes becados que no pueden permitirse los aproximadamente 100 dólares que cuestan cuatro meses de clase. El centro proporciona los pinceles, lienzos y materiales que puedan necesitar los artistas.
Para Despeignes, la ayuda fue un reconocimiento de su talento.
«Necesito crear», dijo una parte reciente haciendo un alto en la elaboración de una pintura en la que representaba el Jardín del Edén bajo las órdenes de Frantz Zephirin, un pintor haitiano cuya exuberante obra fue portada de las revistas The New Yorker y Smithsonian.
Gerald Alexis, historiadora y comisaria de arte de Haití dijo que espera que la dirección del centro siga proporcionando una inyección de vigor en una institución que ya corría el riesgo de desaparecer antes del sismo.
«Creo firmemente que con la energía y la determinación de las personas involucradas, el Centro, con sus ideas modernas, puede convertirse una vez más en una institución capaz de desempeñar su papel en la promoción del arte y los artistas de Haití», señala.