No es un título tremendista. Es la cruda realidad a la que nos enfrentaremos si no se hace algo real y verdaderamente efectivo.
Lo que se nos avecina con relación al tema de nuestros vecinos y la convivencia en nuestro territorio no es un remanso de paz. Es bien sabido por todos que esas llamadas potencias mundiales que pretenden ignorar o quitarse el problema fueron precisamente parte de los que han enraizado todos esos males que hoy vive ese abatido país.
Desde hace mucho se viene diciendo de un perverso plan para unificar ambas naciones. Todos los que tienen en sus cabezas esa macabra idea saben perfectamente que tenemos tipos de culturas diferentes y que tampoco República Dominicana puede ni quiere hacerse cargo de algo que ni por asomo aceptaremos las grandes mayorías nacionales.
El país no solo está lleno de haitianos sino que ya la situación es inaguantable. Algo deben hacer las autoridades y rápido. Nuestros campos, barrios y hasta en aquellas zonas de las llamadas “residenciales” la masiva presencia de nuestros vecinos está causando alarma.
Muchos de los que llegan (por las razones que sean), se han estado creyendo que los dominicanos estamos en la obligación de cargar con sus pesados problemas y acogerlos, añoñarlos, brindarles en bandejas de plata nuestro sistema de salud y todo los que se les antoje por el solo hecho de ser haitiano, y no es así.
Quienes han propiciado la desgracia haitiana son los que tienen que salir y resolver sus dificultades. Haití es viable todavía, lo que pasa es que aquellos sectores internacionales que son los que tienen que dar la cara y que se han mostrado tibios o apáticos para resolver el problema de raíz no han tenido la gallardía para solucionar eso.
Las bandas que azotan la vecina nación y que aunque las autoridades nuestras han estado tratando de ocultar, estas podrían tener ramificaciones aquí, por un “por si acaso”.
El problema no se le puede dejar solo a Kenia. Debe haber unidad en los pensantes latinoamericanos para buscar donde sea posible a quienes mantienen en zozobra a esta empobrecida nación y hacer lo que se tenga que hacer, pues las inocentes víctimas que cada día se llevan los fusiles y machetes de quienes nada tienen que ver con lo que pasa continuarán en aumento, algo verdaderamente deprimente.
Además, la corrupción de un importante sector de su clase política es también parte del problema a enfrentar. Que nadie me diga que los problemas de Haití los resolverán los haitianos y kenianos solo, no, el problema de Haití se resuelve no con paños tibios, sino con la rudeza y el escenario que han escogido los corruptos y bandoleros.
República Dominicana no aguanta la situación. Parte del Presupuesto Nacional se destina para resolverles problemas a los haitianos que en masas y en contubernios con sectores anti patrióticos llegan cada día a nuestro territorio, ante la indiferente mirada de quienes amparados en un humanismo pro haitianos protegen otros intereses muy distantes a los que significa bienestar para nuestro país.
Finalmente, recomendamos dos excelentes películas que retratan con verdadera crudeza lo que nos podría esperar si no despertamos a tiempo. Estas tratan sobre el drama que vivió Ruanda cuando entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994 se produjo el genocidio más brutal de toda esa zona del planeta, en donde se estima que entre 500 mil y un millón de personas fueron asesinadas por problemas de índoles cultural y racial, como fue la matanza entre Hutus y Tutsis, algo que si las cosas no se le busca una salida ahora, nosotros los dominicanos podríamos vivir también, y si hay dudas, invitamos a ver Hotel Ruanda y Siempre en Abril, cuyos relatos nos podrían quedar chiquito si el problema se continúa agigantando.