Hambruna global. “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad, por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti” John Donne. Terencio fue menos poético, pero más filósofo cuando sentenció: Nada humano me es ajeno.
Tomo el verso y lo aderezo con la sabia expresión del dramaturgo romano a fin de utilizarlos como pie de amigo para alertar a nuestra población acerca de una amenaza que como espada de Damocles se balancea alrededor del cuello popular. Mi gran amigo y colega José, ido a destiempo, me recordaba a modo reiterativo la siguiente expresión: “Nada es real hasta que es local”. No se necesita viajar al continente africano para estremecerse mirando los indicadores de pobreza y de hambre reinantes allí, lo podemos lograr con solo extender una mirada isleña a la parte occidental de la Hispaniola en donde de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, cerca de la mitad haitiana se ve amenazada con descender a niveles de pobreza extrema.
La gran hecatombe causada por el calentamiento global, sazonada con la pandemia de la Covid-19, el alza en los precios de carburantes, así como los frentes de guerra vigentes, configuran una real amenaza a la seguridad universal. Rara vez habíamos registrado tanto peligro simultáneo sobre el planeta tierra. La industria belicista está de pláceme ante las billonarias ventas de equipos militares destinados al exterminio de pueblos mediante el aceleramiento de los choques armados de gobiernos, grupos paramilitares, etnias racistas, frentes segregacionistas y religiosos.
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Río de Janeiro ha vivido los efectos mortales de los deslizamientos de tierra producto de las intensas lluvias. Algo parecido ha ocurrido en Colombia a lo que se les suma la continua violación a los acuerdos de paz firmados en la Habana, Cuba en el año 2016. México sigue viviendo las consecuencias de hacer frontera con los Estados Unidos de Norteamérica. Centroamericanos, haitianos, dominicanos y otras nacionalidades utilizan el suelo azteca para llegar a la tierra de Washington.
El hambre nos persigue y rodea discriminadamente; unos pocos viven en la opulencia, las capas medias se debaten en luchas constantes tratando de no rodar escalera abajo del ordenamiento social. La inflación se expande, las monedas se debilitan, se encarecen los alimentos y cada vez se torna más difícil asegurar una correcta alimentación hogareña.
Démosle una oportunidad a la paz; cesen los cañones y las sanciones; creemos una maravillosa aldea global en donde sus habitantes se sientan seguros y satisfechos, sin que sea asunto de vida o muerte la emigración. Cada cual en su tierra produciendo para el sano intercambio entre países y continentes. Aboguemos por la multipolaridad, el libre comercio entre las naciones, digamos no a la guerra. Sembremos amor, extirpemos el odio entre los pueblos; practiquemos la tolerancia religiosa, respetemos la soberanía de las naciones.
Construyamos un frente internacional alimentario para evitar la desnutrición y el hambre.
¡Que a nadie le falte el pan nuestro de cada día!