Hija sin padre

Hija sin padre

Tahira Vargas García

No sé cómo se llama el padre de mi hija. Pregúntale a mi mama”. La madre responde: “el padre de su hija vive por aquí. El violó a mi niña, entró a la casa cuando estaba sola con su hermana. Fui al cuartel a poner la denuncia y me dijeron que lo iban agarrar, nunca lo llevaron preso”.

Este relato se extrae de una entrevista realizada hace unos meses en un estudio en un barrio marginado de Santo Domingo. La niña tiene 11 años con una hija de un año.
El proceso de embarazo y parto fue dramático por las condiciones físicas características de su temprana edad, sufrió continúas recaídas. “Pensé que la iba a perder, que mi niña se moría”.

Tenemos una sociedad conformada en gran parte por niñas que se convirtieron en madres por la legitimación social de las violaciones sexuales e incestos contra niñas y adolescentes.

La presencia de esta realidad devela el fracaso del Estado dominicano en la protección de las niñas y adolescentes de este país desde la intervención en sus raíces con elementos como los siguientes:

Ausencia de políticas sociales dirigidas a transformar la masculinidad machista violenta y agresora sexualmente con programas educativos formales e informales y procesos de creación de redes masculinas solidarias que promuevan cambios en este sentido.

Ineficiencia en el sistema de justicia para perseguir y sancionar a los hombres que abusan sexualmente con un régimen de consecuencias que sea efectivo y rompa con la complicidad y la impunidad existente en su abordaje.

Falta de una educación sexual dirigida a empoderar a niñas y adolescentes sobre su cuerpo y la necesaria protección del mismo desde el sistema educativo y desde una educación no formal

Negación del derecho que tienen las niñas de interrumpir un embarazo fruto de una violación sexual que las expone al riesgo de muerte y afecta su desarrollo integral.

Son muchas las razones por las cuales existen hijos e hijas sin padres, violaciones sexuales, paternidad irresponsable, paternidad ausente, abandono.

Las madres terminan asumiendo el doble rol convirtiéndose en “madre soltera”, sufriendo el estigma y la condena social que las convierte falsamente en culpables de los males sociales (como en las declaraciones recientes del jefe de la Policía Nacional).

En vez de hablar de madres solteras debemos hablar de “padres ausentes”. Las familias de madres solteras no son las culpables de los problemas de esta sociedad.

Con ello se despoja de responsabilidad a una cultura patriarcal que refuerza la irresponsabilidad paterna y al Estado con sus históricas deficiencias y vacíos en el abordaje de las raíces estructurales de estos males.

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