Lo primero que se puede decir y se debe decir de Hijo de la duda, de Domingo Marte, es que responde plenamente al concepto de novela. La forma (narración en prosa) y el contenido (una serie de sucesos ficticios entrelazados por un hilo común) determinan que a esta obra no le falta nada, ni creo que le sobre, para que pueda catalogarse con absoluta propiedad como una novela, en el sentido ortodoxo del término. Quiero precisar que esta novela fue compuesta conforme a la teoría fundamental del género, como han sido escritas la mayoría de las obras de esta índole, a excepción de aquellas basadas en experimentalismos, con las consiguientes complejidades, las cuales pueden satisfacer la vanidad del autor, pero pocas veces el gusto de los lectores. Hijo de la duda narra una historia suficientemente embrollada, que coloca al lector en la situación, casi desesperante, de requerir el final de la obra, para percatarse, sobre todo, de la suerte que haya corrido Milton, al desenlazarse la trama.
Conviene que les presente una sinopsis de la trama:
Milton Miller vive en Houston, Texas, en un ambiente de soledad, agravado por el fallecimiento reciente de sus padres. Por una detallada historia contada por su tía Rebeca, el hombre se entera de que sus verdaderos progenitores viven en la República Dominicana. De por medio está una póliza de seguro por valor de dos millones de dólares, que resultan muy tentadores para Rebeca y su marido Mike. Milton Miller emprende una intensa búsqueda de su familia y se enfrenta a un entramado de sucesos y circunstancias en que lo real se mezcla con lo imaginario.
Son múltiples las peripecias que ha de sobrellevar Milton Miller para comprobar su verdadera identidad a partir de que sus padres murieran y solo él quedara como heredero. El primero en dudar de la veracidad de lo dicho por la tía Rebeca será el lector de la novela, y con esa sospecha legítima, acompañará a Milton, quien se traslada a República Dominicana, tierra original de sus padres, en su periplo en pro de esclarecer la duda. Sin embargo, los sucesos y circunstancias que Milton enfrenta, unas veces se acercan y otras se alejan de la historia contada por Rebeca, y la duda persiste hasta el final. Ningún hecho incluido en la obra resulta innecesario, no hay cabos sueltos. Por ejemplo, la ambición de Rebeca es la chispa que enciende la trama. La intrigante tía plantea que como Milton no es hijo de sangre de Edward Miller, a quien siempre tuvo como su padre, ella, como hermana, pasa a ser beneficiaria de la póliza.
Milton tiene que andar gran parte del territorio de República Dominicana buscando rastros de sus presuntos padres y así confirmar su auténtica filiación, es decir los padres biológicos, ya que sus tíos le habían hecho saber, o creer, que fue adoptado desde la primera infancia. Su periplo incluye Samaná, Cabrera, Nagua, Miches y otros puntos de la región Nordeste del país, y después tiene que enrumbarse a sitios tan lejanos como Oviedo, en el extremo suroeste; Dajabón, en el noroeste, y Jarabacoa, en el Cibao Central. Todo, en busca de un capitán de barco, señalado como desafecto de la tiranía y de quien nadie quiere dar referencias.
Lo político no es lo más importante en la obra, pero aparece como visible telón de fondo. El supuesto padre sanguíneo de Milton es un perseguido político, dado que ha ofrecido apoyo a un levantamiento armado con el propósito de derrocar el régimen despótico. En uno de esos pueblos, conocerá a Luisa, una periodista, colaboradora y hermosa, considerada por Milton un regalo divino. Por tanto, representa el bien y la justicia.
La caracterización de los personajes resultará inolvidable para los lectores. El autor ha mostrado destreza cervantina al definir los sujetos responsables de desarrollar la trama. Cada cual tiene lo suyo. Rebeca y su marido Mike, un abogado reñido con la ética, representan la ambición y la codicia, valores que colocan por encima de lo familiar y afectivo. Al mismo tiempo, Dorothy, novia de Milton, también residente en Houston, encarna el interés y el empoderamiento manipulador, hasta el punto de que lleva a Milton a terminar las relaciones, por la persistencia de la chica para que el novio hiciera las cosas como ella quería.
En esta obra se da una concurrencia de sentimientos: codicia, amor, desamor, solidaridad, esto último es el caso de Alfredo y Ramona, quienes acompañan a Milton en su búsqueda. Cada personaje está definido por sus hechos, en correspondencia con los parlamentos. Así se cumple el dicho evangélico: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Aunque es personaje secundario, el autor caracteriza diáfanamente el “sanchopancismo” de Julito, el taxista que mueve a Miller y sus amigos por los pueblos visitados buscando la nueva identidad. Julito siempre sale con ocurrencias, a veces risibles, y para nada disimula su atención por el comer.
Al tiempo que desarrolla la intriga, Domingo Marte muestra su veteranía escritural y su formación agroforestal, sustentada en la sensibilidad artística, cuando describe las bellezas del paisaje dominicano y apunta costumbres y usos de la vida campestre. Es una obra dominicanista que a la vez toca la relación con el dominicano ido a residir a los Estados Unidos de América. Esta historia, segunda en su género del autor, es un auténtico producto de su ambiente y reafirma al doctor Domingo Marte como un artista de la palabra, específicamente novelista.
Estoy seguro de que, si este libro fuera presentado sin nombre del autor ni referentes editoriales, el lector más simple podrá afirmar que está ambientado en República Dominicana y que su autor conoce plenamente el territorio nacional, la vida social de nuestro país y el carácter del dominicano. La narración atrapa al lector desde el inicio y lo mantiene en vilo hasta llegar a un final insospechado. Merece saludarse la aparición de esta novela, por dominicana y, más aún, por lo bien estructurada. Es un libro para vivirse, para disfrutarse.