“Fue una autora cosmopolita, una mujer de pensamiento, pero, a la vez, añoraba mucho sus estancias en el campo, el entorno campestre, las escenas criollas”.
Emelda Ramos, laureada escritora, hace esa valoración de Hilma Contreras Castillo a quien conoció no solo por su obra, que llegó tardía al país, sino que la trató cuando esta decidió fijar residencia en el país tras largos años en París.
“Era un ser muy especial, introspectiva, no andaba con halagos ni con adulación, pero podía ser sumamente encantadora en su ámbito personal e íntimo. Supe que tenía su amistad y su confianza en 1987 cuando murió mi madre y ella tenía grave la suya”.
Pidió a Emelda que la representara en el homenaje en su honor en la Feria Regional de Moca, que le dedicaron.
Pero ya Emelda había introducido, por primera vez, los cuentos de Hilma en la academia y en la literatura norteamericanas en 1984.
La visitaba en Los Jardines del Sur, en Santo Domingo, y luego en San Francisco de Macorís donde Hilma y su hermana Rosa Julia de Marrero la hicieron partícipe de sus acontecimientos familiares. Almorzaban juntas y compartían la sobremesa.
Habla de ella con aprecio y devoción por su producción literaria. Conoce su vida, atesora sus libros. Describe su personalidad y su existencia marcada por el sufrimiento que representó el divorcio de sus padres y por la entrega a su madre y hermanos ante la enfermedad. Esa abnegación fue apreciada por Emelda en los encuentros de los lunes en casa de Milagros Castillo, prima de Melba, acompañadas a veces por Luis Báez del Castillo, pariente de Hilma, y Ana María, una educadora uruguaya.
Ramos vio, también, cómo se consumía la vida de Hilma, inapetente, ciega, sin poder ejercer su costumbre más preciada: leer.
En la hermosa casa de Salcedo, Emelda es un torrente recordando a esta mujer excepcional que la integró a su parentela. “En Rosa Julia tienes otra amiga”, le expresaba en sus cartas.
“La humanidad de Hilma”. “Yo aquilaté la humanidad de Hilma, ella no solo cuidó de su madre, sino que cuando a su hermano Moisés le diagnosticaron con una enfermedad terminal, dijo: “Me voy para Santo Domingo para que me cuide Hilma”.
Agrega que “los conflictos de sus padres, el divorcio planteado por Darío Contreras a su madre, el cuidado de estos hermanos que ella amaba tanto, van a marcar su vida. Mi trato con ella se hizo más intenso y frecuente cuando decidió venir a San Francisco de Macorís. Rosa Julia y ella eran muy unidas”.
Dice que “ese cuidado con sus familiares, esa incuria, fue la causa de su descuido con su vista. Cuando fue al oftalmólogo le dijo que había perdido demasiado tiempo, que lo que venía era la ceguera total”.
Expresó Hilma que lo único que sentía era perder las cajas de libros que tenía por leer. Emelda se ofreció a leerle y no aceptó. “Era un ser complejo, esa dualidad de humildad y modestia, de orgullo y altivez, le venía de su propia estirpe. No podía reconocer su vulnerabilidad extrema”.
Emelda cuenta de los estudios de Hilma en París, interrumpidos por traslados breves a República Dominicana y su choque con el medio criollo. Menciona libros de su juventud: “Pueblo chiquito” y “Cibao” y expresa: “Siendo tan crítica, tan icónica, incisiva en su literatura, siempre fue muy cuidadosa en revelar cosas personales, pero en su narrativa, en su ficción, describía sus personajes con esa fragancia criollista que te da un retrato temprano de Hilma Contreras”.
Afirma que de la obra de Hilma se supo tarde porque “las autoras dominicanas tenemos algo en contra: el contexto donde te desarrollas y la temporalidad. Muchas dejaron verdaderas joyas literarias que no fueron leídas en su momento, era difícil, y en una dictadura mucho más. No podía haber un talento rutilante en una mujer”.
Aida Cartagena Portalatín, revela, “tuvo mucho que ver con darla a conocer. A la caída de la tiranía publicó en Brigadas dominicanas los “4 cuentos” de Hilma y luego los “Cuentos de la clandestinidad”. Le siguió Manuel Mora Serrano, “que habló de ella en todos los espacios y escribió en la solapa de “Entre dos silencios”, definiéndola como la premier cuentista dominicana”.
Hilma adolescente conoció a Juan Bosch “en casa de su abuelo Manuel María Castillo y él publicó sus primeros textos”. También aparecían en el periódico La Información.
– ¿Hilma fue antitrujillista? “Si lees en Los cuentos de la clandestinidad “El ojo de Dios”, encontrarás que es una crítica al régimen, al sistema, a la injusticia social. Eso tiembla en su obra”.
Hilma no se casó porque “veía el matrimonio con escepticismo por el naufragio del de sus padres, que significó muchísimo dolor y contradicciones, y por la existencia de un amor imposible en su juventud”.
La describe “muy femenina y muy feminista, de carácter, sencilla y natural, aunque viajó antes que nadie, conoció mundos, mentalidades, leyó…”. Era “frágil, delgadita y menuda”.
Sobre su estrecha amistad exclama: “Los que creemos que la vida es un eterno presente podemos darnos el lujo de decir: ¡Qué pena que no nací antes para ser su contemporánea! Pero fue posible una amistad sincera, sostenida en el tiempo, entre dos mujeres escritoras, con una diferencia de 35 años”.
Aprendió de ella la discreción, el respeto por la obra de los demás, a tener confianza en la palabra, a cultivarse y amar la vida sencilla, manifiesta.
“Era cristiana-católica, muy creyente en Dios. Eso nos unió mucho. No presumía de atea. “La presencia de Hilma en mi vida fue luminosa”.
Otros datos. Hilma nació en San Francisco de Macorís el ocho de diciembre de 1910, hija del eminente cirujano Darío Contreras y de Juana Castillo. Fue narradora, ensayista, educadora.
Viajó a París junto a su maestra Ercilia Pepín. Allí completó la educación secundaria y cursó estudios de las lenguas francesa e inglesa, literatura, arqueología y fotografía. Pasaba vacaciones en su pueblo natal y en Santiago.
Aparte de las obras citadas publicó: La tierra está bramando. Dejó inéditas: Pueblo chiquito, La carnada, De aquí y de allá, Facetas de la vida.
En 2002 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura. Falleció en San Francisco de Macorís el 15 de enero de 2006.
La calle. El siete de agosto de 2019, complaciendo una solicitud de la junta de vecinos de La Castellana, fue designada Hilma Contreras la antigua calle “30 Este” de ese sector.
Emelda comenta: “Es un homenaje más que merecido, justo y necesario. A la mujer le ha costado hacerse camino en la literatura. Es una manera de promover su vida y su obra y decir a las otras que es factible ser escritora y descollar”.