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Por lo que se refiere al entrenamiento, el antecedente más remoto lo encontramos 1,400 años antes de Cristo. Kikkulis, jefe de las caballerías del rey de los hititas, escribió un largo tratado -¡tablas!- sobre el cuidado de los caballos. Para satisfacción y reposo de la posteridad, esto se supo a descubrimientos arqueológicos logrados en Hattusas, cerca de Angora. Se acercaban un poco más al turf moderno las carreras de carros asirios, o bien las de carros Griegos, en las cuales empezaron a usarse las divisas de los dueños o partidos que apoyaban a tal o cual auriga, Una de estas carreras es descrita con exquisito detalle por Homero, en la rapsodia XXIII de la Iliada. La escenificaron los arqueros en los juegos funerarios de Patroclo, el escudero y amigo de Aquiles. La competencia tuvo lugar antes las propias murallas de la sitiada Troya. Así el eximio poeta ciego de Quios aparece como el primer cronista hípico. Que sepamos, no hay más antiguas crónicas sobre el particular “todos a aun tiempo levantaron el látigo, dejándolo caer sobres sus caballos y lo animaron con ardientes voces” dice el cantor.