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Como ya anotamos, las carreras de caballos “a usanza inglesa” fueron adoptadas por las colonias que Inglaterra poseía en nuestro continente. A pesar de los obstáculos interpuesto por la severidad de los puritanos (por eso todavía ahora no hay carreras en Texas), se realizaron reuniones en diversos lugares. Aunque graves acontecimientos históricos perturbaron el progreso del deporte, el ambiente extraordinariamente favorable, grandes recursos y el entusiasmo sin límites de los norteamericanos, llevaron al turf alturas insospechadas.
En algunos países sudamericanos la hípica tomo carta de naturalización mas rápido que en otras naciones de Iberoamérica. Se debió a los cambios socioeconómicos que se operaron, dada la intensa migración europea.
En otras latitudes, esa transformación fue lenta. Tardó más en aparecer una clase media importante e hipódromos que llenaran las necesidades de esos nacientes estratos de población.
La calidad general de los caballos, en su mayoría importados, dejaban mucho que desear. Todavía no se podía hablar de una cría del pura-sangre propia en esos países iberoamericanos. Y entre esos países estaban indudablemente los nuestros, durante los eventos de la hípica.