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Salvo contadas excepciones, el bárbaro era esencialmente jinete y además poseía una abundancia increíble de yeguarizos lo que explica las migraciones de pueblos enteros alrededor del mundo romano era el sumiso caballejo mongol quien facilitaba el desplazamiento de enorme masas humanas desde las entrañas de Asia hacia los Balcanes hasta alcanzar casi el Atlántico. Cuando los hunos emprendieron su marcha hacia el Oeste, alanos vándalos, godos y otros pueblo más, invadieron resueltamente el mundo occidental para salvarse de sus enemigos tan terrible que se decía nacidos de brujas. Llegaban montados en tordillos y bayos, velludos y veloces en extremo, capaces de marchar días seguidos sin tomar aliento. Además como jinetes los hunos no tenían rivales. Con sus cabalgaduras formaban un solo ser. Se alimentaban con carne de potro cruda que ablandan debajo de la silla, tomaban leche de yegua y cuando tenían sed y les faltaba agua abrían una vena a si petizo, le bebían la sangre y luego dejaban cicatrizar la herida. Comían, dormían.