(1 de 3)
Hace poco más de una década, en abril de 2013, compartí con el escritor Luis Arambilet el honor y placer de presentar en el Centro Asturiano de Santo Domingo el quinto libro de relatos publicado por el escritor dominicano Juan Manuel Prida Busto (Santo Domingo, 1956), titulado Algo más -algunas líneas nuevas (2012). Al final de mi presentación expresé que con ese nuevo libro su autor demostraba una vez más su talento narrativo y que lo celebraba por la calidad de la escritura, la fluidez de la prosa y la visión del texto como signo y acto lúdico. Concluí afirmando que algo más era un aporte significativo a la narrativa breve dominicana contemporánea.
Once años después de aquel encuentro tengo de nuevo el honor y placer de presentar, esta vez en auditorio extranjero, la obra más reciente de Prida Busto, Hojas sueltas (2022), un volumen de relatos que logra combinar con singular acierto lo onírico, lo fantástico y lo absurdo. El libro de 160 páginas contiene 76 relatos breves, si bien sería mejor llamarles textos, en sentido amplio y abierto, pues no todo el volumen son relatos o cuentos propiamente hablando; también hay microrrelatos, poemas en prosa y relatos en verso, que no se ajustan al concepto tradicional de relato o cuento.
Hojas sueltas es el sexto libro de ficción publicado por Prida Busto. Antes, de manera discreta y callada pero firme y resuelta, había dado a la luz pública otros títulos: Huellas en la niebla (1990), Pieles a mi piel (1992), Arena de soledad (1994), En la luz de la noche (1999), Letra Reunida (2011), una recopilación de los cuatro títulos anteriores, y Algo más -algunas líneas nuevas (2012). En todos estos libros predomina el relato breve como modalidad del género cuento.
La escritura minimalista de Prida Busto desacata las reglas tradicionales del cuento. De hecho, se podría decir que transgrede el canon de la cuentística. Su escritura es a un tiempo clásica y moderna. Clásica por el dominio de la lengua y el uso a veces arcaico de la expresión; moderna por los temas que aborda y por la quiebra de la sintaxis narrativa. Desde el punto de vista de la estructura sintáctica, rompe con el párrafo como bloque de sentido. Disgrega el bloque narrativo en multitud de oraciones individuales, separadas, independientes. Quiero decir con esto que abandona el punto y seguido para asumir el punto y aparte. Así, las frases fluyen y caen como en cascada y el acto de leer se vuelve fácil y ágil para el lector.
Y ahora, como en 2013, de nuevo debo hablar de minificción, de microrrelato al referirme a los relatos de Prida Busto. Y, de nuevo, debo referirme a ellos como “textículos” –término que entonces provocó la risa del público-, y esto así por la brevedad de la forma, por la concisión, por la economía de recursos verbales. La influencia y la inspiración de estos relatos es diversa: Kafka, Cortázar, Monterroso, Murakami, el budismo japonés…
La poética de Prida Busto vuelve a plantear la vieja dicotomía entre realidad y ficción. O, para decirlo en términos de la teoría literaria: entre la realidad real y la realidad ficcional. En Hojas sueltas, Prida Busto aborda de nuevo lo fantástico que trastoca lo cotidiano, lo onírico que rebasa lo real, lo absurdo que cuestiona lo racional: el asombro, el cierre sorpresivo, nunca adivinado ni presentido por el lector, el mundo de los sueños, de los recuerdos difusos que se van borrando, los personajes desdibujados, los lapsus de la memoria, que se nubla y se llena de lagunas, los desencuentros de la vida…
“Pasé más de media vida con una hoja en blanco frente a mí.
Pretendí escribir sobre la realidad y su contrapeso la ficción.
¿Qué es la realidad, qué es la ficción?
Me rompía la cabeza enfrentando ambos mundos.
En la mente daba vueltas primero a cualquier situación o tema.
Una vez madurada la idea, al disponerme a llevarla al papel, mi pulso temblaba y frenaba mi intento.
¿Es eso la realidad, o es mi realidad?
Si de mi realidad se trata, para los demás es ficción.
Y por ser ficción, a nadie interesa más que a mí mismo.
Una y otra vez, el mismo resultado.
La hoja seguiría en blanco por tiempo indefinido.
Un buen día me llegó el rayo de luz que aclaró todo.
La hoja en blanco dejó de serlo y con mano firme escribí.
Lo único real es la muerte.
Me invadió un sopor de alegría.
Quedé inclinado sobre mi escrito en franco sosiego.
Días después, un sobrino me halló muerto en mi escritorio.
Al fin había dado con la verdad absoluta, con lo real irrefutable”.
(“Al borde de la verdad”, p. 121).
En el cosmos narrativo de Prida Busto no siempre hay un ambiente específico. El lugar, espacio o escenario donde transcurre la acción del relato puede ser el Caribe insular (Santo Domingo), España, Amsterdam o Japón; la playa de Manresa, en la localidad dominicana de Haina, en donde un paseo escolar termina en tragedia, o un pueblo de Asturias -el trayecto de Gijón-Villaviciosa-, que sirve de ocasión para despertar viejos recuerdos. Pero también puede no haber una geografía concreta. Los relatos de Prida Busto suelen prescindir de precisas coordenadas de espacio-tiempo. Por eso, la mayoría de ellos lucen atemporales y “aespaciales”. Su poética narrativa es más bien intimista e introspectiva. Lo que realmente le interesa es relatar -compartir- una vivencia interior, una experiencia, un sueño, un acto imaginado o deseado. Esto hace que sus personajes parezcan existir en atmósferas nebulosas, en ambientes etéreos, poco terrenales.
Texto de la presentación de la obra Hojas sueltas, del escritor dominicano Juan Manuel Prida Busto, en la Feria del Libro de Madrid 2024, el martes 4 de junio de 2024. El texto fue leído por Daniel Tejada, escritor dominicano residente en Madrid.