Don José Luis (Pepín) Corripio Estrada ha edificado una sólida roca social sobre la cual quedará grabado su nombre en los anales de la historia dominicana; no como el exitoso emprendedor e inversionista en más de un centenar de empresas, ni tampoco patentado como el eminente magnate de medios escritos y electrónicos formadores de opinión pública; sino que brillará su filantropía, su cualidad de filántropo, es decir, una persona que ama al género humano.
Aquel que es capaz de dedicar gran parte de su complicada agenda cotidiana, que destina cuantiosos recursos económicos y numerosos empleados en beneficio de los demás, yendo en auxilio de necesitados y desvalidos, ese tal ama al género humano. Y a pocos causó sorpresa la reciente donación de RD$100.0 millones que hiciera Pepín Corripio a 100 entidades sin fines de lucro dedicadas al trabajo humanitario. Esa es la parte visible de una callada filantropía de larga data. Con ese gesto hermoso el acaudalado emprendedor conmemoró el centenario de la migración de sus ancestros, léase, padre y tío, procedentes de España hacia la entonces atrasada República Dominicana de principios del siglo XX.
El martes, el Senado de la República, representado en su presidente, doctor Reynaldo Pared Pérez, enalteció la altruista carrera de la familia Corripio entregándole a Pepín un diploma de reconocimiento sencillo pero efusivo. Al agradecer la distinción, Pepín dijo que la acepta porque proviene genuinamente del pueblo dominicano, puesto que los Senadores constituyen la representación directa del pueblo que los eligió en comicios libérrimos, democráticos y transparentes. “Este es un homenaje del pueblo dominicano”, repitió, “que es el artífice de nuestro destino”.
La “Fórmula Pepín” para el éxito quedó sellada en los corazones de los concurrentes: “esfuerzo, trabajo y perseverancia, actuación responsable y de respeto”.