República Dominicana emergerá, según todos los pronósticos, como el obligado destino de retorno para numerosos compatriotas que en busca de mejores condiciones de vida emigraron hacia Estados Unidos donde la realidad para extranjeros no autorizados cambia velozmente. Confrontado con la firme voluntad del presidente Donald Trump de revertir la tolerancia a comunidades de origen externo en su territorio, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, optó tras erizarse contra Washington por su forma de repatriar a sus conciudadanos, por acoger incondicionalmente a sus deportados para lesionar lo menos posible las relaciones con un país de extraordinaria importancia para el comercio bilateral. El pragmatismo se impone aunque las expulsiones -como bien dijo el propio Petro- no resuelven nada si no se va a las causas reales de los éxodos latinoamericanos. Lo mismo corresponde para República Dominicana, más dependiente que Colombia de sus relaciones con la gigantesca economía situada casi en su frontera; con mayores vínculos de importaciones-exportaciones protegidos por acuerdos regionales y binacionales que no parecen amenazados y van más allá de lo mercantil por la cercanía territorial y comunidad de intereses incluyendo la lucha contra el narcotráfico y la súper dependencia local de las remesas que provienen no solo de la diáspora sin visado allí asentada.
En los últimos decenios, miles de dominicanos regularizaron su estada (30 mil en promedio anual) y gran parte de ellos se naturalizó sin desvincularse de su patria totalmente generando descendencias nacidas allí que heredan el sentido de la dominicanidad transmitida por sus padres. Las relaciones de Estado a Estado han sido de cordialidad y cooperación, con y sin Trump, y el país debe hacer lo posible porque continúen en ese orden aunque los nexos en sentido general con América Latina parezcan en mal momento. La repatriación de dominicanos, presagiada por muchos miles, reta a sus compatriotas locales a recibirlos con ánimo de reinsertarlos a la patria que les vio partir siendo esta sociedad de una marcada vocación migratoria notablemente diversificada en la búsqueda del paraíso en los últimos tiempos con gente nuestra por muchos confines del mundo y sin perder versatilidad para cambiar de rumbo.