Hoy 25

Hoy 25

Con el adiós comprometido de José Eugenio Pimentel Lister -Chujo- y de Carmen Rafaela De Lemos Victoria-Melín- se despidieron rumbo a la fatalidad. Quizás fue el último abrazo que sintieron y la última advertencia que escucharon para evitar lo inevitable. La propuesta de pernoctar en Puerto Plata en la casa refugio, espacio de acogida, fue rechazada.
Desde que los Pimentel de Lemos asumieron la encomienda dela solidaridad y el cariño, comenzaron a perder amigos.
Durante el proceso penal seguido contra los asesinos que desplegaron su crueldad el 25 de noviembre de 1960, para Chujo fue fácil reconocerlos, identificarlos. Los veía en la esquina de su casa, en el parque, adentro del Volkswagen aparcado mañana, tarde y noche enfrente de su casa.
Desde que trasladaron a Manolo Tavárez Justo y a Leandro Guzmán Rodríguez a la cárcel ubicada en la Fortaleza San Felipe de Puerto Plata, Chujo y Melín enviaban desayuno, comida y cena a los prisioneros. Su casa era el lugar de llegada y descanso de Minerva y María Teresa. En la vivienda se preparaban para ir a la fortaleza a visitar a los maridos.
La ejecución del plan a cargo de Alicinio Peña Rivera, jefe del siniestro Servicio de Inteligencia Militar-SIM- había fallado antes, pero esta vez, las previsiones y el azar auguraban la culminación feliz de la operación. En las inmediaciones del suplicio estaban los matones al acecho, criminales consumados, con prestigio lúgubre. Urgía resolver un problema y vencerían cualquier obstáculo. Esas ñoñerías de detenerse por la presencia de ancianas o de menores fue pretexto de cobardes. Si debemos matar, matamos. Que fuera una o que fueran cuatro poco importaba. Cumplir con la manifestación de un deseo de Trujillo, amo y señor de hacienda y vidas, provocaba orgullo y cierto placer. Placer disfrutado por cada uno de los asesinos. Ciriaco de la Rosa “uno de los diablos del SIM” después de concluir la tarea de apalear a una de las víctimas hasta verla exánime, rio con ganas, satisfecho con la realización de la misión.
El prontuario de los esbirros auguraba perfección y saña y la retaguardia estaba cubierta porque un accidente en la carretera resolvía. El despeñadero siempre estaba presto para encubrir el horror. En este caso, la excusa del suicidio no procedía, un suicidio múltiple hubiera sido poco creíble.
El plan para matar a Patria, Minerva, María Teresa Mirabal Reyes y a Rufino de la Cruz fue un éxito para autores y cómplices. Empero, marcó el principio del fin de la tiranía. Sobre la trama no hay secretos. El juicio culminó con una sentencia condenatoria, aquellos asesinos admitieron impertérritos los hechos. Peña Rivera fue liberado por sus compañeros de armas el 27 de abril de 1965. Salió del país y publicó su testimonio. Los antitrujillistas tardíos y oportunistas, en lugar de abogar para que los asesinos cumplieran las condenas, se dedicaron a difundir una especie infame creada para deshonrar y atribuir responsabilidad en el crimen a quien nunca la tuvo. En su pertinaz intento omiten la celebración de un proceso penal histórico, el primero transmitido a través de los medios de comunicación. Proceso instruido por Ambiorix Díaz Estrella, Rafael Valera Benítez como procurador fiscal, con jurisdicción especial y Osvaldo Soto como juez. Manolo y Leandro estuvieron presentes en todos los momentos del proceso hasta la conclusión, el 24 de noviembre de 1962 y en ningún momento avalaron la infamia. Tavárez Justo fue fusilado el 21 de diciembre del año 1963 pero Leandro, sobreviviente hasta la fecha, ha descartado de manera continua la perversa versión. Las Mirabal se convirtieron en símbolo de la resistencia, Minerva en emblemática y el día del asesinato es fecha universal. Don Chujo jamás reclamó la gloria, ni fanfarroneó por su osadía y solidaridad. Tal vez le comentó un día a su compadre y habitual contertulio, Mundito Parra, algún temor. Digno hasta su muerte, logró el respeto de sus compueblanos. Como la ingratitud envejece y pierde la memoria, hoy 25 es buen día para recodarlo.

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