Fue cómic, dibujo animado, una ficción legendaria y varios intentos cinematográficos. Y hasta significó el primer cameo de Stan Lee. Hoy, el héroe verde llega con más fuerza que nunca a su nuevo aniversario
En mayo de 1962 apareció por primera vez un personaje hoy conocido por todos: Hulk. Se trataba de la primera edición del cómic The Incredible Hulk, y sus creadores fueron Stan Lee y Jack Kirby. La idea del científico brillante, el Dr. David Banner, que por una sobredosis de rayos gamma se transformaba en un monstruo verde no surgía de la nada. Stan Lee había pensado en Frankenstein y en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde para escribir la historia. Esta dualidad inherente al personaje, esta idea de científico creador de un monstruo, todo eso confluía en este nuevo personaje. Pero su vida en solitario duró solo un año para luego integrarse a otras historietas. Lo mejor estaba por venir.
A comienzos de la década del 70 Marvel no era el sinónimo de éxito absoluto que es en la actualidad. Aunque algunas series animadas habían conseguido su espacio, la idea de historias con personajes de carne y hueso parecía un proyecto sin futuro. Pero fue nada menos que gracias al Hulk que eso cambió en 1978. En ese año se estrenó la serie que iniciaría una nueva etapa: El increíble Hulk. Desde el punto de vista actual parece algo insólito que haya sido ese personaje y no otros quien haya dado el paso inicial de una nueva etapa. Sin embargo, hay motivos para tratar de explicar el fenómeno.
Kenneth Johnson, guionista famoso por ser el creador de La mujer biónica, recibió de Universal la oferta de adaptar cualquier cómic de Marvel que quisiera ya que el estudio había comprado todos los derechos. Johnson no quiso aceptar inicialmente la oferta, pero luego descubrió que uno de los personajes le evocaba un libro que había estado leyendo: Los miserables, de Víctor Hugo. Si acaso Stan Lee se había inspirado en la literatura clásica, Johnson vio que podía aportar ese nuevo punto de vista que marcaría la diferencia. Allí radicaría uno de los grandes factores que le daría su encanto a la historia.
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En la serie, el Dr. Banner (Bill Bixby) fracasaba al intentar salvar a su esposa en un accidente de auto. Obsesionado con la fuerza interior que habita en las personas, inicia una investigación acerca de cómo en situaciones extremas el ser humano puede desplegar una fortaleza física inesperada. Pero en uno de sus experimentos sufre una sobredosis de rayos gamma que afecta su cuerpo. A partir de eso, cuando Banner se enfurece o pierde el control se transforma en un enorme monstruo verde (interpretado por Lou Ferrigno). Todo esto se presenta en el capítulo doble inicial. Por casualidad un periodista sensacionalista, el señor McGee (Jack Colvin), presencia una aparición del monstruo y se obsesiona con él. La famosa frase “No me provoque, señor McGee, no soy yo cuando me disgusto”, estaría en la presentación de la serie. De ahí en más y se convertiría en parte de la cultura popular.
La estructura de la serie era muy sencilla. Banner, que ha dejado que el mundo crea que ha muerto, va de pueblo en pueblo buscando trabajo al mismo tiempo que investiga cómo revertir el estado en el cual se encuentra. En cada lugar entabla amistades, inicia algún romance y finalmente algo o alguien hace que se altere o se enoje, y se convierta en Hulk. Los motivos varían, pero en general lo hace para reparar una injusticia o rescatar a alguien, por eso es un héroe.
La primera transformación ocurre antes de la mitad del episodio y la segunda en el clímax, justo antes del desenlace. Una vez que esto pasa el señor McGee ya se encuentra en el lugar y Banner debe irse. Hay excepciones a las reglas mencionadas, pero la casi totalidad de los episodios responden a esta efectiva estructura. Se nota, por supuesto, la influencia de otra serie muy popular de años anteriores: El fugitivo. Para aumentar el drama y la asociación con la mencionada serie, hay que decir que el monstruo carga con una muerte que no ha sido su responsabilidad.
Además de la presentación, lo más recordado de la serie es su minuto final. Banner, con su pequeño bolsito marrón, se va por la ruta haciendo dedo mientras suena tema instrumental tocado en piano, “The Lonely Man”, compuesto por Joe Harnell. La melancolía de ese final es una de las ideas que más impactó. Un final agridulce para cinco temporadas era algo poco habitual, pero hoy nadie imaginaría una serie o película que insistiera en ese tono. El público se identificó con David Banner y su drama, así como aprendió a querer a Hulk.
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El éxito de la serie se dio porque podía atraer al público adulto, no solo a los chicos. Johnson había logrado combinar dos universos distintos, porque El increíble Hulk atraía a todo tipo de espectadores. A pesar del comienzo dramático, la serie se fue animando a poner humor de forma muy inteligente. Muchas veces después de la primera transformación había algún gag cómico en el que Hulk se encontraba con alguien que no le tenía miedo o con quien se producía un momento gracioso.
En un episodio llegó a aparecer el propio Lou Ferrigno interpretando no solo a Hulk, sino a un joven fisicoculturista que en el momento cúlmine del capítulo terminaba cara a cara con el monstruo. Graciosamente, Hulk era más alto que él. Este episodio, el nueve de la cuarta temporada, les permitía a Bill Bixby y Lou Ferrigno tener escenas juntos. A medida que la serie avanzaba se buscaban estos detalles simpáticos, que eran los favoritos del público.
Pero el capítulo más demoledor de todos fue sin duda Homecoming (tercera temporada, episodio ocho). David Banner volvía a su hogar de la infancia para el Día de Acción de Gracias. Se reencontraba con su hermana y con su padre, con quien se había peleado por la muerte de su madre. Sus familiares, que lo creían muerto, son felices por el reencuentro y las cuentas pendientes se van saldando, pero llega la inevitable transformación y el ansiado festejo queda trunco. El señor McGee termina con los Banner y el científico se va solo por la ruta. Es el resumen perfecto del espíritu de la serie, y el más triste también.