Huyamos de la soberbia

Huyamos de la soberbia

Leonor Asilis

Es para curar la causa de todas las enfermedades, que es la soberbia, por lo que bajó y se hizo humilde el Hijo de Dios. Tal vez te ruboriza imitar a un hombre humilde, imita al menos al humilde Dios”. (San Agustín). Esta cita agustiniana es incisiva en cuánto al motivo intrínseco de lo que debe significar para los cristianos el seguir el ejemplo de Jesucristo.

En un mundo donde abunda el egocentrismo y la idoatría, es un real desafío el asumir con valor esta gran virtud. En el libro “Teología de la Perfección Cristiana” de Royo Marín se plantea que la humildad aunque no es la mayor de todas las virtudes, ya que sobre ella están las teologales, las intelectuales y la justicia, principalmente la legal, es ella (la humildad) la virtud fundamental, como fundamento de todo el edificio sobrenatural que sería imposible sin ella, ya que la Sagrada Escritura nos dice:”Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes”. Para poner en práctica la humildad enumeró a continuación tres medios que se sugieren en este libro: 1) Pedirla incesamente a Dios.

“Todo don perfecto viene de lo alto y desciende del Padre de las luces”, dice el apóstol Santiago. 2) Poner los ojos en Jesucristo, modelo incomparable de humildad. Es él mismo quien nos dice con tanta suavidad y dulzura: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. (Mt.11, 29) 3) Esforzarse en imitar a María. Reina de los humildes. Después de Jesús, María es el modelo más sublime de la humildad. Ella era la esclava del Señor. Apenas habla, no llama la atención en nada.

Quiero puntualizar los rasgos de humildad que se reflejan vivamente en la vida de Jesús y que son: En su vida oculta: antes de nacer, encarnándose en el género humano; en su nacimiento: en un pesebre, viviendo en extrema pobreza, soportando la ingratitud de los hombres (“Y los suyos no le recibieron”); en Nazareth: un pobre aldeano, obrero manual, sin reflejar su divinidad, obedeciendo… En su vida pública: escogiendo sus discípulos entre los más ignorantes; prefiriendo sin ser excluyente a los pobres, pecadores, niños…. Predicando con sencillez, con comparaciones humildes al alcance del pueblo. Hace milagros para probar su misión divina, pero sin ostentación alguna, exigiendo silencio y huyendo cuando quieren hacerle Rey. En su Pasión: recibiendo burlas, bofetadas, salivazos, corona de espinas…y finalmente muriendo en la cruz entre blasfemias y carcajadas. En la Eucaristía: aquí completamente escondido, y cuántas veces olvidado por nosotros, y peor aún recibiendo el sacrilegio de muchos. Termino esta breve reflexión, con la inquietud de que nos animemos a volver humildemente a Aquél que siendo Todo se anonadó a sí mismo para que nosotros le sigamos y recibamos de El nuestra Salvación y vida en abundancia.

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