Identidad cultural: literatura y sociedad

Identidad cultural: literatura y sociedad

Conversación con el escritor Marcio Veloz Maggiolo

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Marcio Veloz Maggiolo. Es escritor, antropólogo y arqueólogo. Fue reconocido con la Medalla Spinden otorgada por el Smithsonian Institute de Washington, recibió la Legión de Honor en Francia, así como el reconocimiento de la Academia de Ciencias y la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, en la República Dominicana.
PJO:[…] Don Marcio, como he señalado antes, creo que sus estudios sobre el concepto de «hibridación cultural» ayudan a comprender las transformaciones que experimenta la República Dominicana, a partir de los elementos de otras culturas como la norteamericana,la europea, entre otras. Ineludiblemente, esto se refleja en la literatura.

MVM: Bueno, porque eso que tú dices se produce, pero en ciertas áreas de la cultura se da muy lentamente. En la literatura,por ejemplo, que es un campo en el que yo me ubico, antes escribíamos como los franceses y en función de eso decíamos si un determinado autor era bueno o no. Leíamos a Alejandro Dumas y a muchos otros autores porque eran franceses. La literatura dominicana estuvo atada a modelos que no eran originarios. Por lo tanto, era muy difícil presentar un sistema de valores latinoamericanos, a no ser que estos cupieran dentro del sistema de aquellas narrativas.
Pero, también aquí hubo autores como Pedro Francisco Bonó, que basaron sus trabajos narrativos en la vida cotidiana de la República Dominicana, dándonos una visión diferente y auténtica a nivel estético, un acercamiento serio a la vida dominicana. Eso era lo que América necesitaba. Era justamente esa la dirección que debía tomar la literatura de América más tarde, en México, incluso en Venezuela y, de alguna manera, en Cuba.

PJO: En general, podría decirse que las sociedades de América Latina son cada vez más acogedoras de personas de diversas culturas y procedencias, y que están también cada vez más impulsadas a emigrar y a aprender de otras culturas. La literatura, al igual que muchas otras manifestaciones estéticas, ponen de manifiesto desde hace mucho tiempo las influencias que se derivan de la intensificación de las relaciones sociales.

MVM: Así es, aquí un factor importante es el de las comunicaciones. Al abrir la compuerta de las comunicaciones y al abrir las compuertas de ciertas culturas en las que la gente aprendió a hablar el inglés, y aprendió a hablar el francés y fue a estudiar a Francia, desde el siglo XIX, se comenzó a imitar.

En el campo de la literatura, por ejemplo, Rubén Darío es uno de los más importantes poetas de nuestra lengua. Él recibió la influencia de la literatura francesa de su tiempo y esto es notable aun a pesar de su gran originalidad. Lo mismo podría decirse de Vicente Huidobro, entre otros grandes poetas cuyas innovaciones albergan el registro de las diversas influencias estéticas que le antecedieron.

Es decir, estos siendo de América Latina, aportaron en la transmisión de unos valores estéticos de la cultura francesa y de otras en auge, adaptándolos a las realidades de la cultura latinoamerica… pero ¿por qué? Bueno, porque lo imponía el momento histórico, y a veces uno no puede cambiarse de un día para otro. El momento histórico define también la cultura y esto tiene su peso ante las influencias estéticas que se reciben. Del mismo modo, podríamos hablar de la hegemonía cultural francesa en el cuerpo de las culturas latinoamericanas.

Entonces, por qué pasó esto: porque respondían a valores funcionales. Yo digo que el valor funcional sustituye al valor local. Eso es un principio que yo mantengo. El valor funcional de cualquier influencia extranjera termina sustituyendo el valor local, porque el valor local puede ser menos importante para nosotros, en un momento determinado.

Ahí está todo lo que es la arquitectura dominicana… hemos tenido grandes arquitectos. Pero ¿basados en qué?, ¿en la arquitectura nacional?, ¿en lo que hicieron los indios? Para mencionar un caso, podría decirse que el Edificio Diez marca un hito en lo que atañe a este punto (que aun respondiendo al estilo de un cierto modernismo prevaleciente a nivel internacional), ignora la arquitectura colonial, inclusive como influencia… sin dejar de lado que aquella es bellísima, como para repetir, y que tiene cosas interesantes que inspiran la creatividad.

A la vez, claro está, yo pienso que la cuestión migratoria ha sido un elemento que ha influido notablemente, y el influjo que estamos viviendo de las comunicaciones incide también en la deformación total de lo que se puede denominar en este momento identidad.

PJO: Solo añadiría dos aspectos sobre este punto, don Marcio, ambos me vienen a la memoria por algunas conversaciones nuestras del pasado. En primer lugar, yo diría que de la supremacía temporal de ciertos valores funcionales foráneos surge también la «resistencia social» ante estos. De esta nacen ideas emancipatorias como las de los estudios descoloniales y antiutilitaristas, o bien surgen nuevas manifestaciones culturales orientadas a representar la resistencia. En segundo lugar, vemos cómo de la intensificación de las relaciones sociales nacen nuevas formas de transmisión de prácticas y saberes, que influyen en los procesos de hibridación cultural de grupos sociales subalternos, marginados y excluidos.

En cuanto a esto, pareciera que ciertos grupos sociales «adscriben», adquieren o se apropian de nuevas formas de ser y van añadiendo a estas su creatividad, propiciándolas y desplegándolas en el marco de las relaciones sociales en su conjunto.
MVM: Se adscriben… se apropian.
PJO: Sí, diría que hoy los individuos las incorporan a su forma de ser.
MVM: Entonces sí, porque eso no existía antes tal como observamos hoy en día. Me refiero a la adscripción, a la apropiación de rasgos identitarios diversos. Tú estás tomando un tema interesante, pues hay identidades que podrían verse casi compartidas ya en este siglo XXI. Por ejemplo, la identidad dominicana y la de los Estados Unidos.

Hoy en día, las personas reciben el influjo de diversas corrientes identitarias a la vez. Esto depende mucho de factores culturales más exigentes, por ejemplo: si tú hablas en francés y lees francés y te gusta la novela francesa, también hablas español y eres un intelectual en español, bueno, pues esto puede tener influencia en tu forma de manifestarte en sociedad, pero también en tus formas de representación de la vida y de las relaciones sociales.

En el campo de la literatura eso es muy común. Julio Cortázar escribía en español, pero supo responder al espíritu de los movimientos estéticos que nacían en la América Latina de su tiempo. La influencia del pensamiento francés y europeo le permitieron ir siempre un paso adelante, porque ya estaba acostumbrado a la literatura francesa.

Igualmente, Carpentier tenía la visión en perspectiva de la Cuba que tenían los franceses: la Cuba de la esclavitud, la Cuba que él interpretó desde una perspectiva muy original (con sus influencias, claro está). Cuando llegó a Cuba fue una novedad lo que escribió porque era un híbrido. Sobre el tema de los híbridos en la literatura hay mucho que decir, es un tema bonito… vamos a escribir sobre eso [risas].
PJO: Sería bueno hacerlo [risas]. En la República Dominicana también tenemos casos de este tipo, tal vez menos notables debido a la precaria o casi inexistente reproducción y difusión internacional de las obras de nuestros escritores y artistas.
MVM: Por ejemplo, yo creo que don Max Henríquez Ureña era un híbrido en algún aspecto. Él tenía dominio de varios idiomas, fue político, diplomático y fue un escritor destacado… aunque ha sido echado de menos, tiene cosas muy importantes.
PJO: Así es, al igual que su familia y muy especialmente al igual que su hermano Pedro Henríquez Ureña, quien mantuvo una extensa relación epistolar con intelectuales de diversos países y disciplinas.
MVM: Más que Pedro, porque Pedro se quedó en México y en Argentina, haciendo una labor loable, denodada y destacada, pero que no dejaba de ser vista por muchos como la de un profesor de secundaria. Max, en cambio, entró en la diplomacia con Trujillo y caminó por el mundo. Eran diferentes. Yo conocí por suerte a don Max, ya en sus años finales, cuando escribía para el periódico El Nacional su columna Desde mi butaca. Recuerdo que una vez tuve con él una discrepancia, porque él dijo en un artículo que él no escribía sobre escritores sino cuando estaban muertos… yo le dije que eso se llamaba necrofilia literaria.

Él me dijo que los escritores muertos no tienen cómo criticarse. En ese momento inició una conversación tonta sobre el tema… yo era joven y no iba a discutir con ese señor que tenía una cultura tan densa [risas].

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