Que en adición a las clases por radio y televisión, el Ministerio de Educación dispusiera el uso de plataformas digitales para asignar y recibir tareas aturde a docentes y progenitores de cuatro barrios que se quejan de que esto implica más trabajo, mayor presupuesto en Internet y compra de dispositivos y, lo peor, la pobreza deja niños fuera de las classroom o aulas virtuales.
La denuncia de profesores de Los Guandules, La Cementera, La Ciénaga y Capotillo, zonas capitalinas vulnerables, consigna que en las escuelas el wifi es lento y no llega a todos los cursos y para paliar el inconveniente invierten de su salario en compra de “paqueticos” o en el pago de renta mensual del servicio.
Elevan igual la queja de que deben asistir a los planteles a riesgo de contagiarse de covid-19 e, incluso, reunirse en un mismo salón por la limitada conectividad y le recuerdan a la cartera que han muerto compañeros por esa enfermedad.
Lucas Tejada explica que la temática inicial para los centros estatales era de transmisión por emisoras y el uso de whastapp para plantear inquietudes pero esto giró y los formadores ahora incorporan otros mecanismos, por “disposición superior”.
Algunos centros asumieron, además de esa red y classroom, zoom y correo electrónico. Los niños ven o escuchan la docencia en los medios tradicionales, reportan asistencia desde las 7:45 de la mañana, informan que el cuadernillo está listo y envían constancia del trabajo del día.
“Tenemos grupos desde las 7:30 de la mañana para invitar a activarse y si es necesario mandar actividades de reforzamiento. La aplicación de clasroom me llevó casi un mes enseñarla a los padres pero es mejor para mandar evidencia de lo que hacen a diario, los celulares colapsaban. Pero muchos no tienen recursos para pagar el Internet”, expone Caridad García.
Más cargas. A esta maestra estar en la escuela no le facilitó ni mejoró el trabajo y en cambio, asegura, labora más porque la deficiencia tecnológica allí la atrasa y cuando llega a su casa en la noche toca ponerse al día, preparar actividades y responder preguntas de estudiantes. Ahora su jornada es a tiempo completo.
Encima, como no todos los padres tienen conexión por la falta de dinero, los llama desde su teléfono, lo que incrementa la tarifa. Suma el incremento de los apagones en el barrio La Cementera, en La Agustinita, donde enseña. El circuito es 24/7 pero hay cortes de hasta seis horas corridas durante la tanda escolar.
Alumnos excluidos
A las aulas virtuales no todos los estudiantes pueden entrar, por falta de celulares o porque los que tienen no asimilan la plataforma o su Internet es débil y están sujetos de forma única a las transmisiones y a completar los cuadernillos. Esperan la indulgencia de los profesores, conocedores de esta realidad.
En el curso de la profe Lucía, de 29 alumnos solo 15 asisten a la reunión sincrónica “y les dije que trabajen con el esquema del principio, el de radio y televisión”.
“En mi casa hay un solo celular y con esta modalidad implementada de repente tendría que comprar tres más. No tengo dinero ni para ponerle ‘paquetico’ a uno, menos para comprar otros”, lamenta Oscar Merejo, sentado frente a su precaria casita en Los Guandules, Distrito Nacional.
Salud y profes
Profesores lamentan que deban asistir a las escuelas, aun cuando hay registro de colegas contagiados y de otros que incluso murieron a causa de la pandemia.
“Esta semana que concluyó nos han dejado trabajar virtual, por un taller de capacitación que el equipo de gestión nos da.
Me parece que la decisión de mantenernos en la casa fue por las pruebas masivas de hace 15 días, cuando ya teníamos semanas de asistencia”, expone Caridad García.
Ha vivido en carne propia la enfermedad y comparte un aula con otras docentes en el sector La Cementera, La Agustinita, porque el Internet no llega a la suya.
“Le pregunté a mi directora si debía reportarlo en el distrito educativo y me dijo que no. Todavía no recupero el olfato”, manifiesta con pesar.