En enero del 2021 el Poder Ejecutivo promulgó la ley 1-21 que “elimina el matrimonio infantil en el territorio dominicano” .
A pesar de la prohibición, las uniones tempranas no han desaparecido. Su arraigo cultural está sostenido en la cultura patriarcal que favorece el abuso sexual y el matrimonio forzoso de niñas y adolescentes en el país.
Una de las prácticas que muestra el peso y la legitimación cultural de las uniones tempranas es el “besamanos”. Estudios realizados en algunas comunidades rurales (Vargas/PLAN RD 2022) (ODH/PNUD 2010) así lo muestran con un recorrido histórico significativo y presencia actual en la cotidianidad de niñas y adolescentes.
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El besamanos es una práctica histórica en la que se oficializa independientemente de la edad de la niña o adolescente su unión consensual con un hombre (puede ser adolescente o adulto) con quien ella se “fue”. Se supone que el hombre o joven debe al otro día informarle a la familia que “se la llevó” acompañado de un símbolo que indique el estatus previo de su virginidad. En caso de no ser virgen puede “devolverla”. Si era virgen y el hombre la acepta, se organiza la fiesta de celebración de la unión 9 días después de notificarlo. En esa fiesta participan ambas familias y se invita a la comunidad.
El besamanos tiene aceptación tanto en la población adulta como adolescente. Para las adolescentes funciona como mecanismo de protección de la violencia de género. Les ofrece un estatus social distinto, están “casadas” o “unidas” frente a sus pares. Esta relación entre estatus social y besamanos proviene del imaginario cultural patriarcal que coloca a las mujeres (niñas, adolescentes) como objeto sexual, posesión y/o pertenencia de los hombres
Se le niega a las adolescentes y jóvenes sus derechos sexuales y reproductivos, solo pueden “tener sexo” si se “casan o se juntan” preferiblemente con un acto social público que le otorga aceptación e inclusión social evitando así ser excluidas y estigmatizadas como “menores calientes” “cueros” “putas”.
Las adolescentes que residen en lugares donde no existe el besamanos sufren discriminación y exclusión social en comunidades, centros educativos y se les niega el acceso a sus pares o amigas porque pueden “contagiarlas”.
La problematización de las uniones tempranas (al igual que el embarazo adolescente) expone a las adolescentes al aislamiento y exclusión social, la culpabilización y sanción social recae sobre las adolescentes no así en los hombres.
Las uniones tempranas continúan. Las niñas y adolescentes siguen siendo víctimas de abuso sexual y matrimonios forzosos.
Con la prohibición se sienten más desprotegidas y aisladas porque son estigmatizadas como “practicantes de lo indebido”.