El 31 de enero de este año fue el inicio de un período trascendente para el sistema electoral de la República Dominicana. Ese día, representantes acreditados en la Junta Central Electoral-JCE- de cinco partidospolíticosfirmaron un acta de acuerdo “… para la aceptación de la implementación del voto automatizado y el desarrollo del software para las primarias simultáneas de partidos políticos del 6 de octubre del 2019”.
Miguel Ángel García, director de Informática de la JCE, desde el momento que asumió sus funciones, en enero de 2017, rescató el proyecto que había sido postergado desde su salida de la institución-2011-, nueve años después de su ingreso. Paso a paso, fue reconstruyendo el modelo y paso a paso era evaluado por el Pleno de la JCE y los delegados técnicos y políticos de las agrupaciones, movimientos y partidos políticos. Cuando estuvo listo comenzó la presentación pública y como el sistema de Voto Automatizado no es una máquina de votación, se pudo probar con módulos comunes y corrientes. La exhibición abarcó la representación y sede de todos los partidos políticos, incluyó al Presidente de la República, a los expresidentes, a la Cámara de Diputados, periodistas, organizaciones de la sociedad civil, universidades. Se sucedían los elogios y la satisfacción, luego de las pruebas.
El presidente de la JCE, Julio César Castaños Guzmán, reiteraba que solo cuando existiera consenso admitiría el modelo. En el interregno, fueron promulgadas la Ley de Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos, No. 33-18 y la Ley Orgánica de Régimen Electoral, No.15-19.
La complicación que implica organizar un proceso electoral en un territorio con 158 municipios y 235 distritos municipales, solo con la automatización se resuelve. Después del acatamiento y la decisión de escoger la modalidad de Primarias para la selección de candidaturas, primero por 5 partidos y finalmente por dos, comenzó el montaje del sistema. Primarias, además, por mandato de ley, organizadas, administradas, supervisadas y arbitradas por la JCE. Pruebas continuas, incluyendo un simulacro nacional, certificaron la pertinencia de la automatización. El 6 de octubre fue la consagración. Para elegir 11,427 candidatos, el extraordinario trabajo de las juntas electorales permitió la instalación y funcionamiento de 7,372 equipos en 3,890 recintos. Se inició la votación y se produjo la transmisión ininterrumpida de resultados a la JCE, a los partidos políticos y a los medios de comunicación.
Omitir el hecho, malearlo, es nefasto. El logro debe enorgullecer al colectivo. Está pendiente el reconocimiento, un reportaje especial, un panel con técnicos y expertos electorales. Procede y debe estar en alguna agenda de esas redactadas en nombre del bienestar de la patria, el análisis y el encomio de la creación e implementación dela automatización del voto.La evaluación del antes, durante y después del día 6 de octubre, debería ser promovida por tantas personas interesadas en la modernización y transparencia de las elecciones, por esa ciudadanía que enarbola la ética como consigna, aunque cuando los vientos soplan es más estéticaque otra cosa.
Necesaria es la discusión, la ponderación, preguntar cuándo, cómo, por qué. Saber quiénes actuaron, cuánto compartieron, enmendaron y lograron. Que se promueva el debate con los protagonistas para conocer el procedimiento, hacerlo, sería la manera adecuada,para conjurar aquello que algunos pretenden marca del ethos criollo: la infravaloración. Ese asumir que no podemos y cuando podemos, entonces, teñir con la sospecha y la duda la acción. La JCE realizó una proeza que se inscribe en la historia electoral dominicana y así será evaluada por la comunidad especializada en la región. La inmediatez, los compromisos políticos, las traiciones y vacilaciones postergan y minimizan, también agreden, sin embargo, el éxito del voto automatizado es incontrovertible. Ha colocado a la institución en un sitial más que merecido, como merecido es el reconocimiento al equipo que ha hecho posible la hazaña. Para demolerlo, deben investigar. La injuria rechaza datos, leyes, reglamentos, consensos. Quizás ahora la sensatez quiera indagar, debatir con los protagonistas. Permitir la refutación para enfrentar la inquina.