En República Dominicana las pistolas de juguete tienen menos demanda pero a las de verdad las siguen más fanáticos que al beisbol y la inclinación a usarlas no disminuye al paso del tiempo
Mientras fallan los esfuerzos por reducir la tenencia y porte de pistolas, revólveres y rifles prohibiendo las importaciones señaladas como causa de un indoblegable tráfico clandestino, sigue primando en la base de la sociedad el interés de enfrentar con medios propios la inseguridad que no evitan las autoridades. Batirse a tiros limpios con antisociales en cualquier escenario, con ¡altas probabilidades de ir por lana y salir trasquilado!
La discreción que de buena o mala fe coloca fuera de vista la posesión en el país de herramientas letales ha llevado a los entendidos a presumir que en gavetas de autos y viviendas, en sobaqueras y hasta debajo de colchones, 714 mil armas de fuego no registradas esperan el momento de ser usadas por unos portadores dispuestos al crimen y otros ciudadanos pretendiendo defenderse de él. El registro oficial solo cuenta 238,000 formalmente tenidas.
Insight Crime, una fundación conocida por investigar amenazas a la seguridad de los civiles, coloca a la República Dominicana como destino importante de armas de asalto de grado militar y ha expresado su alarma por la posibilidad de que grupos criminales tengan acceso aquí a recursos de gruesos calibres traídos de contrabando. Archivos de la prensa local reflejan en parte ese ingreso clandestino a veces descubierto por autoridades locales.
En este momento se reiteran críticas desde distintos círculos hacia las denominadas «complejidades (por no decir ineficacia) de la política de control de armas en Estados Unidos» a propósito de las confirmaciones de que las aterrorizadoras bandas de Haití son abastecidas desde arsenales norteamericanos.
Le invitamos a leer: Disturbios en frontera tras celador matar a un haitiano
La irreductible libertad a estar armado hasta los dientes allá en el Norte, donde a diario ocurren mortíferos tiroteos colectivos, cruza con efectos de abundancia mortal hacia Haití, separado de República Dominicana por una de las más perforadas fronteras del mundo. En octubre del año pasado salió a la luz que tres residentes en Florida eran proveedores eficientes y continuos de armamentos a la más temida pandilla haitiana: 400 Mawozo.
Armar «guachimanes»
Además de estimular el contrabando -como sostienen los críticos del decreto anulador de importaciones número 309-06- las empresas de seguridad privada estarían quedando sin un mecanismo adecuado para adquirir sus instrumentos de trabajo, aunque cabe destacar que en el país existen más negocios de guardianes sin ninguna supervisión, mal pagados y pobremente entrenados (900), que de firmas responsables y reguladas: 500 solamente.
Mientras se estudia la posibilidad de reabrir importaciones para combatir el mercado negro y cubrir necesidades de protección empresarial y de defensa personal, el comisionado para la reforma policial, José Vila, advirtió recientemente que a pesar de que las armas son uno de los pilares de la seguridad, el asunto no es «simplemente abrir el mercado sino hacerlo bien y regular la importación con la calidad requerida». Consideró que este es uno de los países más desregularizados del continente. De hecho, se autorizan embarques privilegiados con todo y la prohibición.
El robo de escopetas portadas por asalariados de empresas de vigilancia es muy común (por eso probablemente necesitarían comprar más) y quienes ejercen la riesgosa protección de bienes ajenos figuran en los balances de víctimas anuales de homicidios para despojos que nutren a la más agresiva delincuencia.
El reciente asalto con perfiles de espectacular operativo militar a una empresa de transporte de valores puso en evidencia con imágenes de vídeo el empleo múltiple por los malhechores actuantes de ese tipo de armas largas que, por cierto, andan libres todavía.
Puede leer también: Fabricantes de armas pierden inmunidad en Nueva York
Desde algunos puntos de vista oficiales, tener bien armados a los «guachimanes» sería una forma de apoyar las labores de seguridad pública y ciudadana para actuar como los ojos de la Policía en centros comerciales, bancos y condominios y en todos los lugares donde el cuerpo del orden «no pueda estar presente por falta de recursos humanos». Convendría que esas improvisadas tropas de carácter privado, y de la más baja categoría salarial, reciban el mejor de los entrenamientos para que pueda decirse que «en buenas manos está el pandero».
Más violencia… con plomo
Los académicos Mayra Brea de Cabral y Edylberto Cabral, estudiosos de la proliferación de recursos letales en la población dominicana, consideran demostrado, al menos empíricamente, que «el elevado índice de violencia y de criminalidad está asociado en este país a una mayor disponibilidad de armas de fuego».
Reconocen que el origen de la violencia es multifactorial y que el impulso de recurrir a la autoprotección con capacidad para disparar es causada por el crecimiento de la criminalidad en un clima de inseguridad y de mucha desconfianza en los organismos de protección pública.
Pero también se quiere andar armado por otras motivaciones: «la errada percepción de poder que se adquiere mediante la posesión de un arma de fuego, principalmente en una sociedad con trascendencia de un autoritarismo muy arraigado y con valores basados en el temor».
Otros ensayistas latinoamericanos coinciden con los analistas locales en cuanto a que la gran mayoría de quienes deciden obtener legalmente un permiso de porte y/o tenencia de armas de fuego lo hace bajo la premisa de que esta medida serviría como protección ante la posibilidad de ser objeto de un crimen.
Sin embargo concluyen categóricamente en que las probabilidades de morir violentamente son muy superiores cuando se porta armas de fuego que cuando se prescinde de ellas. Una estadística disponible establece que en los hogares donde hay armas de fuego la mujer que es víctima de violencia doméstica tiene siete veces más probabilidades de que el abuso termine en homicidio en comparación con hogares sin la letalidad de las pistolas.
Estados Unidos: Gran proveedor
Insight Crime, entidad ya citada en este texto, difundió al mundo hace poco que en el 2020 casi tres cuartas partes de todas las armas rastreadas por la Oficina Estadounidense de Alcohol, Tabaco, Explosivos y Armas como exportadas abierta o subrepticiamente hacia República Dominicana, habían sido producidas en Estados Unidos o tenían presencia en sus mercados formal e informal.
El analista de seguridad Kelvin Jiménez atribuye el tráfico a una red internacional de dominicanos que opera en territorio estadounidense y aprovecha la existencia de muchas empresas especializadas en el despacho de mercancías inocuas hacia República Dominicana. «Por esa vía ingresan las armas de fuego al país» en diferentes cantidades, mezcladas con fundas de arroz, habichuelas y abundante latería.
El especialista considera que una parte de la demanda de armas de fuego está motivada por una cultura que las favorece en la población civil. Cita el programa de recompra de armamentos no registrados que llevaron a cabo autoridades dominicanas como un esfuerzo por reducir la afición a exhibir pistolas en las cinturas; aunque no deja de reconocerse que el tráfico de equipos de grueso calibre como el fusil Ak-47 estaría auspiciado por grupos del narcotráfico internacional interesados en aumentar el poder de fuego de sus agentes dominicanos.
Daños autoinfligidos
Una publicación digital del Banco Interamericano de Desarrollo sobre seguridad ciudadana enfatiza recomendaciones contra la tenencia a partir de estudios que indican que es doce veces más probable que un arma de fuego en el hogar fuera utilizada contra los propios miembros de la familia que contra intrusos que penetren con fines criminales.
Y con más énfasis aún, sentencia que: «algunas situaciones transitorias de depresión, uso de medicamentos controlados o alcoholismo se ven seriamente agravadas cuando la persona tiene acceso a un arma de fuego en su vivienda. Situaciones de suicidio en este contexto podrían ser más comunes».
Contra la recurrencia a la ligera de adquirir capacidad para disparar la publicación advierte que es un craso error armarse sin preparación para el uso adecuado de instrumentos que siegan vidas. «El aprendizaje para manipular con destreza un arma requiere meses de entrenamiento. Sin ese entrenamiento el arma pasa a ser un problemas más que una solución».
El registro de casos en América Latina indica que cada año aumentan las muertes por arma de fuego en diversas ciudades y en algunos portales fotográficos es ahora más frecuente ir al encuentro de imágenes de ciudadanos armados en lugares públicos y en sus centros de trabajo. Se consideran estampas comunes en muchos lugares poblados.