Por: Haivanjoe Ng Cortiñas
La discusión entre el aumento de la población y el crecimiento de la economía es de larga data, la que se ha enriquecido con la incorporación de un conjunto de indicadores demográficos que resultan útiles, porque basados en ellos y en sus proyecciones, los ámbitos de políticas públicas, empresarial y familiar pueden tomar mejores decisiones para el bien colectivo o particular.
Tales son los indicadores demográficos como la tasa de natalidad, que hace referencia a los nacimientos ocurridos en una determinada población, la tasa de mortalidad, indicativo de las defunciones ocurridas en una población en un tiempo determinado, la esperanza de vida, representativa de la cantidad de años medio que vive una población, la nupcialidad, relacionada con los matrimonios efectuados por una población, la divorcialidad, que proporciona el número de parejas que se desvinculan como pares legales, la estructura de la población, que entre otras cosas muestra la composición por sexo, edad y, el indicador de dependencia, relativo a la cantidad de personas cuya edad supera la edad de retiro, respecto a la población total.
Conocer cada uno de los referidos indicadores demográficos resulta clave, habida cuenta que, al disponer del dato de la natalidad, permite proyectar el crecimiento de la población, fundamental para las decisiones en la construcción de distintos niveles de centros de salud, escuelas, recursos presupuestarios, tamaño de las soluciones habitacionales, transporte público, producción de alimentos y accesorios para infantes.
El rango en que se ha movido la tasa de natalidad por cada 1000 personas en la República Dominicana para el año previo a la crisis sanitaria fue de 17.0, lo que ubica al país en tasa alta y en el año de la crisis sanitaria y económica fue de 13.5, lo que permite tipificarla como baja. Cuando el parámetro es inferior a 15.0 por mil se considera bajo, entre 16.0 y 24.0 moderado y alto sobre los 25.0 por mil. Poseer una moderada o elevada tasa de natalidad, garantiza a futuro que el país no tenga una población de envejecientes y que el reemplazo está garantizado.
Al tener una tasa elevada de natalidad, sugiere que el gasto público debe considerar y focalizar el gasto en salud durante la gestación y la atención primaria, lo propio le sugiere a la familia dominicana y en el caso de las empresas, tomar en cuenta para sus cálculos de licencia por maternidad y sus implicaciones.
Por el lado de la educación, el Estado como garante de la educación gratuita y obligatoria, también debe considerar el dato de la alta tasa de natalidad para la inversión en planteles escolares y demás gastos en materia de educación, al igual que la familia con posibilidades de que sus hijos asistan a la educación privada.
Acerca de la tasa de mortalidad, como indicador demográfico, el dato permite razonar sobre las causas de las defunciones, en la dimensión del estado de salud de las personas, la violencia como fenómeno social e incluso el tema relacionado a los riesgos ambientales; debido a que las personas fallecen por distintos motivos, naturales, accidentes, homicidios y acontecimientos climáticos.
En el país como en cualquier otro, la tasa de mortalidad puede ser relacionada conforme a la edad, sexo, antecedentes familiares, patrón de alimentación, ascendencia genética, riesgo laboral, entre otros, permitiendo proyectar la muerte temprana o la longevidad.
La tasa de mortalidad en la República Dominicana previo a la pandemia, se ubicaba entre 3.4 a 4.3 por mil personas, lo que permite situar como baja, conforme a los parámetros establecidos que señalan que, para ser considerada alta debe superar el 13.0 por mil y moderada entre 10.0 y 13.0, también por mil.
Respecto a la esperanza de vida, es un indicador que puede mostrar el nivel de desarrollo y bienestar de un país, al menos en las perspectivas de la alimentación y las condiciones sanitarias y es una expresión del resultado de una reducción de la mortalidad en todas las edades. En dominicana, la esperanza de vida ha ido aumentado con el transcurso de los años, pasando de 72 años en el 2011 a 74 en el 2020.
Más tarde, en el 1980 era de 63 años, indicativo de los avances en materia sanitaria y de una mejoría en la alimentación.
Otro indicador demográfico de importancia es el de la nupcialidad, en la medida que permite que la procreación se realice en un ambiente de equilibrio emocional y mayor seguridad económica, al tiempo que permite a los desarrolladores privados y al sector público, elaborar planes de construcción de soluciones habitacionales, así como de los servicios básicos que se derivan y también, la economía externa que fomentan.
La tasa promedio de los últimos años de matrimonios en dominicana ronda el 5.0 por mil y hasta el 2019 se mantuvo en crecimiento; sin embargo, con la pandemia por Covid-19 en el 2020 la tasa de redujo a 3.4, demostrativo del impacto de la crisis sanitaria y económica, al tiempo que muestra la importancia que las parejas dominicanas le dan a la ceremonia de la boda.
La industria de las actividades económicas vinculadas a las celebraciones de bodas, como la renta de locales, decoradores, animación, bebidas, hotelería, fue afectada por la caída en el número de matrimonios registrado en el 2020, que ascendió a 35,104, cuando en el año previo, caracterizado por la normalidad fue de 51,938.
En su contraparte y también como indicador demográfico, están los divorcios, los que en el país durante los últimos años han mostrado una tendencia creciente, pero en números absolutos, siempre inferior a los casamientos. En el año de la pandemia, la cantidad de divorcios se redujo en forma considerable, al registrar 12,553, cuando en el 2019 fue de 26,115. Colateralmente, el rompimiento del contrato de matrimonio, tiene implicaciones económicas, como la de presionar al déficit habitacional, a la demanda de viviendas unipersonales, con las implicaciones en materia de aumento del costo unitario para el mantenimiento.
En la República Dominicana la edad de retiro legal es de 60 años, la población en el país que supera esa cantidad de años es de 1,178,120 al 2021, de las cuales económicamente activa hay 416,250, de un total de 5,133,883. De asumir esos datos, la tasa de dependencia en el país sería de un 14.8 %, equivalente a 761,870 personas que la cobertura de subsistencia se la provee la población económicamente activa.
Si partimos para el cálculo de la tasa de dependencia de la población de 65 años o más, el indicador sería de un 9.9 %, equivalente a 506,281 personas. Una mayor proporción de ciudadanos en relación de dependencia económica tiene implicaciones en varios órdenes, como el de los gastos en alimentación, salud y atención.
Como se puede advertir de la lectura de esta opinión, la importancia de los datos demográficos resulta clave para la toma de decisiones en los ámbitos público, empresarial y familiar, lo que sugiere que los mismos deben ser dados a conocer con suficiente cobertura, con la finalidad de crear la cultura demográfica en el país, alineada a ayudar a los indicadores que son expresiones de bienestar, al tiempo de contribuir a bajar los que no favorecen la ruta del desarrollo.