En el mundo de los animales y de los vegetales la unidad “monetaria” está representada por la célula. El conjunto organizado más simple de las mismas corresponde al tejido y de éste surgen los órganos y sistemas. Todo ello debe desarrollarse en un ambiente óptimo, libre de obstáculos e impurezas que puedan desnaturalizar el objetivo primario fundamental. Es tan bello y perfectamente llevado a cabo este proceso, que los fieles observadores de la naturaleza quedamos maravillados con la armonía pictórica y funcional de tan variadas especies. ¡Cuán entristecidos nos sentimos cuando plagas, o enfermedades alteran la salud integral del entorno!
Algo semejante ocurre con el Homo sapiens. Si concentramos nuestro pensamiento y hacemos que la imaginación se inicie con el viaje cósmico de los millones de espermatozoides liberados al momento del más puro y sano orgasmo provocado por la lívido entre dos amantes, notaremos que solo uno de ellos consigue penetrar la cubierta del óvulo oportunamente, acto que sucede a nivel de la trompa de Falopio. Ahí es el lugar en donde acontece el grato milagro de la fecundación. De allí surgirá el embrión que luego de la cuarta semana denominaremos feto, y a los nueve meses nacerá un o una bebé.
Todo este proceso biológico se incuba en un medio que pronto se volverá complejo, puesto que simultáneamente se hará emocional, social y ambiental.
Imaginemos que de un hospital maternal será despachado con su madre a cualquiera de las barriadas pobres del Gran Santo Domingo, Santiago, San Cristóbal y un etcétera de ciudades dominicanas. No olvidemos aquel sabio dicho popular: uno nace y el medio lo hace.
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La atmósfera familiar contiene entre otras variables el nivel de ingresos financieros, así como de estabilidad en los empleos, disponibilidad de agua potable permanente y de electricidad, grado educativo de los padres, equilibrio emocional de la pareja, ausencia de violencia doméstica, e inmunizaciones al día.
Importante resaltar la seguridad ciudadana; la calle y el vecindario, amén de la higiene ambiental. Ninguna persona nace beata, ni criminal, ni buena, ni mala. Se trata de un ser biológico con un genoma que guarda información proteica de tendencia variada a la que agregaremos el aderezo de la ética y la moral. Estos dos últimos son componentes educativos en los que entra la escuela y los dogmas religiosos impuestos por las costumbres, los Estados y las iglesias. No nacemos ateos ni creyentes, nos convierten. No somos genéticamente drogadictos, ni alcohólicos, ni fumadores, nos proveen las drogas y nos enseñan a usarlas. Tampoco venimos al mundo con una ruleta, un par de dados y una banca, se trata de “bienes” adquiridos.
Es responsabilidad de los Estados, la familia y el individuo consciente y educado mantener un ambiente y una ciudadanía en general sana, productiva e integrada. Las restantes cualidades que nos adornan se agregan por la ley de la “gravitación social”.