Informalidad resta fuerza a la recuperación de la economía

Informalidad resta fuerza a la  recuperación de la economía

Aun pronosticando que en este año habría recuperación para la economía dominicana, el Banco Mundial no perdía de vista la “presión intensa” que desde el segundo trimestre del 2021 provoca la pandemia, con contracción aguda en todos los sectores críticos como turismo, construcción y minería.

Hoy los índices ascendentes de actividades productivas y de recuperación del crecimiento de la economía, que se ha distinguido por sobrepasar el promedio de América Latina, son alentadores y mueven a satisfacciones, pero de un optimismo moderado.

Cierto que se trata de señales que confirman aspectos positivos del informe bancomundialista, del que, de todos modos, no han estado ausentes como ocurre con otras mediciones, las sombras asociadas al elevado porcentaje de medios productivos que está sumido en la informalidad y que al final del 2020 perjudicaba al 54.8% de las personas laboralmente activas. Faltaba todavía el impacto mayor de la emergencia sanitaria mundial.

Un desastroso virus se movió por intersticios de las fuentes que generan empleos para los dominicanos empujando al país a “su primera recesión en casi 17 años” (cita del B.C.). En el último cuatrimestre del año anterior se perdieron desde marzo 191,273 puestos de trabajo con repercusiones muy negativas sobre los hogares pobres, a cargo de trabajadoras y trabajadores informales y generalmente de desempeños de baja remuneración, pasados a subsidios sociales generalmente inferiores al tratamiento salarial ordinario.

Lejos de lo que se podría suponer, los dominicanos de ámbitos informales, marginados de la seguridad social y excluidos de las normativas que garantizan derechos ante sus empleadores, no son exclusivamente los llamados “chiriperos” de tareas menores, vendedores callejeros y choferes de carros públicos destartalados entre otros integrantes del submundo en que predominan ingresos que tipifican la pobreza.

Excluidos de alto nivel. En República Dominicana, empresas creadas con inversiones importantes, acreditadas y con personalidad jurídica para diferentes fines de lucro y formal inscripción en registros tributarios, han figurado entre las principales responsables de un aumento en la informalidad laboral, condición que les abre paso a violar obligaciones de niveles salariales y las libra, para perjuicio de los asalariados, de inscribirles en la Seguridad Social y menos aun en el proceso de acumulación individual para fines de pensión al final de sus etapas productivas.

Una astuta “tercerización” reduce costos patronales bajo contrataciones que liberan de compromisos de protección social y salarios justos para con sus servidores a muchos empleadores de “buena presencia”.

Se trata de una exclusión ilegal que el Estado dominicano, y muchos otros en el mundo, toleran sin ruidos. E incluso los propios gobiernos, incluyendo desde luego al de esta República, suelen colocarse a la cabeza de la adquisición marginal de mano de obra, sobre todo en el área de la construcción en la que el obrero procedente de la inmigración haitiana no regulada tiene absoluto predominio numérico en la industria del cemento y la varilla del sector estatal a pesar de que fomentar el desamparo legal de los trabajadores va en perjuicio del Fisco cuando es practicado desde el sector privado que no incluye en la formalidad socialmente beneficiosa a la totalidad de sus operarios, lo que conlleva dejar de pagar impuestos.

Impacto en la formalidad. Los padres y madres de familias bajo contratos de trabajo con todas las de la ley no han escapado al torbellino arrasador de empleos impulsado por el virus SARS-CoV-2. Por el contrario: los despidos a que arrastran las paralizaciones de la economía hicieron (encuesta del Banco Central) que en el reciente primer trimestre del 2021 el número de puestos formales ocupados por trabajadores bajara a 2,030,713, representando una caída de un 10%; y si es ahora que comienza la desescalada que haría revivir a cientos de miles de negocios nocturnos al borde de la quiebra o ya en ella, se deduce que en los tres meses más recientes, el ejército de los desempleados siguió al alza.

La salida de circulación de las formas más tradicionales de ganarse la vida, causa una marejada de hombres y mujeres lanzados hacia la improvisación de negocios a cielo abierto con expendios de chucherías, mercancías menores en general, puestos de cocciones sin higiene en esquinas para alimentar con riesgos a la salud a muchos transeúntes, ingreso a los mal pagados servicios domésticos o pasar forzosamente de conductor privado a chofer de “concho”, para convertir a la carrera el auto familiar en herramienta para obtener ingresos. Degradaciones de las condiciones de vida.

Los sistemas formales de transporte, comercio, y comunicación fueron los sectores que más contribuyeron mediante exclusión, al crecimiento de la informalidad en los primeros tres meses de este año pandémico, tiempo en el que la población de vendedores callejeros desregulados creció hasta los 613,675, aparte de los muchos desocupados más entregados a formas diferentes y precarias de llevar el pan a sus hogares.

Desde los sectores Transporte y Comunicaciones pasaron a la desesperación de experimentar con oficios deshabituales y menos remunerativos que los que ocupaban antes (ahora desafiliados de la seguridad social) más de 32 mil dominicanos que se sumaron a la desbordada informalidad. Encuestas del Banco Central apoyan estas afirmaciones.

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Un balance negativo. Los salarios que se perciben en el sector informal resultan en promedio inferiores en un 20% a los pagados desde la formalidad aunque en un lapso de 10 años recientes puestos bajo observación en el país se percibió un proceso ascendente de ingresos para ambos.

Ronda los 98 mil el número de empleos suprimidos por empresas reguladas, de acuerdo a mediciones de unas pocas semanas atrás, siendo improbable que posteriormente se registraran cambios favorables en sectores apartados del turismo. La contratación laboral sigue afectada por las drasticidades de los toques de queda cuya desescalada acaba de anunciarse como promisoria para mucha gente desocupada.

Categóricamente: Los datos más recientes emitidos por la Organización Internacional del Trabajo, OIT, indican que la pandemia de la Covid-19 no ha dejado de tener efectos devastadores en el mercado laboral, formal e informal, en referencia a «cientos de millones de empresas en todo el mundo». De esa balance difícilmente escapen economías de desarrollo medio y estructuralmente vulnerables, como la de República Dominicana.
En adición, se percibe que tras un prolongado crecimiento creador de más empleos, América Latina y el Caribe han virado hacia las condiciones de trabajo de elevada informalidad, una situación de múltiples causas y agudo déficit de ocupaciones decentes. Un contagio que nada tiene de viral aunque tiene tanto que ver con el SARS-CoV-2.

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