Un giro importante parece posible a partir de la más reciente medición del sistema de enseñanza aplicada por PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) al ser comparable por sus aspectos positivos, aunque modestos, con la aparición de una luz al final del túnel. Una bocanada de aire vivificador y promisorio para el país que ha tenido por este tiempo motivos de decepción por los pobres resultados del sector posteriores al ascenso presupuestal al 4%.
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Una señal esperanzadora en capacidad de rectificación hallada en el discurrir de la escolaridad de los últimos años emerge de la valoración de habilidades y conocimientos de estudiantes dominicanos a cargo de un mecanismo externo acreditado. Que la República Dominicana ascendiera por primera vez en la historia al lugar 77 en la tabla de posiciones de calidad (en un ranking de 81 ) significa que ha salido de los niveles más inferiores de su historia, un progreso descrito como significativo en un contexto que incluye aspectos clave que siguen situados en rojo. Para llegar a lo óptimo «falta mucho por hacer» como bien estimó el presidente Luis Abinader.
Imprimir sustanciales cambios al sistema educativo no se logra en corto tiempo, menos después de que descendiera tan pronunciadamente la función docente y haberse recibido el impacto demoledor de la pandemia de peor efecto en otros países similares; que fueron menos capaces de reemprender camino tras los daños infligidos. Procede seguir adelante.