En la agenda de las urgencias nacionales, previa a la eventualidad de daños por el huracán Fiona, figuraba iniciar el regreso a la enseñanza presencial del nivel público, lo que ya venía ocurriendo, para satisfacción de numerosos padres de familia de clase media y alta, en la comunidad de colegios privados que incluye a planteles de élite para los que nunca ha existido incertidumbre por deficiencias en las imparticiones que han sido comunes a la mayor parte de las escuelas disponibles para las familias de bajos ingresos.
Tiene sentido que la inactividad prosiga en las zonas del país declaradas en emergencia por las inclemencias sin demorar la reapertura del año lectivo en el resto de las provincias como estaba previsto para esta fecha.
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Puesto bajo una nueva gestión comprometida con rectificaciones, el sistema educativo debe marchar gradualmente, con aplicación de métodos gerenciales más ajustados a las prioridades hacia condiciones que sumen calidad a los programas docentes.
Ostensiblemente, los entes que se preocupan por el destino de la educación entienden que, efectivamente, ha llegado la hora de demostrar que la resiliencia o capacidad de superar circunstancias traumáticas es posible.
Tras unos resultados que no llenaron las expectativas surgidas al iniciarse la etapa de la abundancia presupuestal, la sociedad podría confiar en mejores índices al ponerse énfasis en recursos humanos y didácticos. Maestros bien pagados porque rindan mejor servicio.