Inmortalidad e impunidad

Inmortalidad e impunidad

Carmen Imbert Brugal

La ley 50-88 sobre Drogas y Sustancias Controladas en la República Dominicana, está vigente. Desde su promulgación con sus inconvenientes y errores, posibilita perseguir distribuidores, traficantes, patrocinadores. También a consumidores y aficionados.

Del mismo modo es un instrumento para la extorsión. La colocación de unos gramos de alguna de las sustancias controladas, incluyendo los envases con pastillas prohibidas, facilita la negociación con la representación perversa de la autoridad para evitar el calvario de un proceso penal y el descrédito que apareja el consumo y el involucramiento con el crimen.

Sin tener que repetir la historia del alcohol y su legalización, sin necesidad de alardear en nombre de la libertad individual, en el país todavía no se ha discutido, con la contundencia que amerita, la modificación a la ley mencionada. Los especialistas insisten en la necesidad de reformar el estatuto legal para excluir la penalización a personas que deben ser atendidas por el sistema de salud y no sancionadas.

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El drama de los consumidores es más que conocido, como la afectación familiar y social que produce la dependencia. Testimonios espeluznantes con el relato de la vivencia en el submundo de la adicción confirman cuánto falta aprender de la enfermedad y cuan ineficiente resulta la persecución a los consumidores no a los productores, traficantes, vendedores. Con la agravante del funcionamiento, sin inconvenientes, del menudeo de las drogas, porque los gestores del microtráfico saben cómo comprar tranquilidad.

El nuevo negocio de David Ortiz, su devoción por el cannabis desafía la institucionalidad criolla. El inmortal ha creado su marca “Papi Cannabis” y dice: “el cannabis me ha ayudado a relajarme, dormir mejor, manejar el estrés, y sanar físicamente”. Lamenta que el producto llegara tarde a su vida. Esas declaraciones, en territorio dominicano, obligan la aplicación de la ley, como la dedicación a la siembra y comercialización de la hierba. Aunque él sabe que aquí, “na e ná”.

David es una especie de Sanctasanctórum de la nueva era. Prohibido ofenderlo con la posibilidad de una advertencia.

Desde la fundación de la República la ley no ha sido igual para todos. Los asomos de cumplimiento se destinan a los casos de corrupción administrativa porque ahí descansa la gobernanza.

El extraño conservadurismo criollo, el de la poligamia y el incesto, del acoso y la violación, ha sido desafiado por la imponencia del bateador.

Aquellos que se persignan cuando le mencionan la despenalización del aborto y rechazan el acotejo de las tres causales, ahora pondrán en agenda la legalización de la siembra, consumo, tráfico y distribución de la marihuana.

En época de legiferar, el Congreso debe actuar rápido y derogar la ley 50-88, para impedir un ridículo institucional y la exposición de la fragilidad persecutora. La acción permitiría al Big Papi saludar al presidente como inmortal no como impune y hasta podrían discutir la creación de una APP para sembrar los eriales del sur con el vegetal prodigioso.

Entre los estados fallidos y los inexistentes, existen los complacientes, como el nuestro. A fumar porros para vivir mejor. Porque si David lo dice así será.