Para los positivos resultados finales de los procesos electorales pasados se conjugaron la madurez mayoritaria del electorado y la positiva gestión de la actual matrícula de la Junta Central Electoral que con puntual y transparente fase preparatoria logró una consulta ejemplar de la voluntad popular con incidentes menores en mesas y dispersas y estridentes discordancias de mercaderes del voto. Como pocas veces, el mecanismo comicial dominicano pareció vestido con pantalones largos; un arbitraje prudente, eficiente y de imparcialidad irrefutable con atención a cada reclamo de contendientes para de inmediato aplicar correctivos inspirando respeto y confianza. Pasó con las mejores notas la dura prueba de administrarse y salir bien ante un sistema partidario de exigencias, desconfianzas y fuerte tendencia a incriminar que con frecuencia puso competencias anteriores a parecer que situaban al país al borde de un grave conflicto político.
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La misión cumplida por esta JCE, que no fue seguida por impugnaciones sino por felicitaciones a los que obtuvieron mayores votaciones en los comicios y a los organizadores, fue un triunfo para la democracia y sus honorables integrantes exhibieron un nivel de excelencia en sus desempeños que la sociedad dominicana no debe desperdiciar. Su ejercicio garantiza que están aptos para seguir sirviéndole al país y no deben estar fuera del marco de referencia de quienes, por delegación de esa misma sociedad, decidirán la próxima composición del organismo.