Inocentadas

Inocentadas

La unidad sería opción en este momento de tormento sanitario y económico

Catástrofes inexistentes, muerte de famosos, reconciliaciones imposibles, acciones absurdas. Matrimonios rotos, alianzas políticas insospechadas, golpes de Estado, de ese modo iniciaban los periódicos de antaño, el 28 de diciembre. Llamadas a parientes y a las amistades se sucedían para comunicarles una ocurrencia falaz.

En aquel tiempo, sin la apa bullante información de hoy, sin el imperio de las redes sociales, el “Día de los Inocentes” permitía bromas tanto públicas como privadas. Los tabloides se sumaban a la tradición y publicaban bulos que provocaban sorpresa, risa, a veces miedo. Tan habitual y legendaria ha sido la práctica que la RAE asume el término “inocentada” como: broma que se da a alguien en el día de los Santos Inocentes.

La ingenuidad, la dificultad para cotejar de inmediato la falsía con los hechos, ocasionaban asombros con dimensiones parecidas a una de las chanzas más controversiales del siglo xx. Aunque el objetivo no era engañar, la adaptación para radio de la novela “La Guerra de los mundos” hecha por Orson Welles, logró tal dramatismo que millones de estadounidenses, que no escucharon la introducción del programa, fueron presas del pánico. Creyeron, ese octubre de 1938, que los extraterrestres habían invadido el planeta y estaban ocupando espacios del territorio en New Jersey y Nueva York.

Después de agonizar durante once días, Rafael Trujillo Martínez- Ramfis- murió en la Clínica Covesa -Madrid- el 28 de diciembre del año 1969. La mañana del día 17 y luego de no obtemperar la señal que ordenaba detenerse, el Ferrari que conducía chocó con el Jaguar manejado por la duquesa de Alburquerque. Las lesiones sufridas por el conocido asesino, dipsómano y estuprador, no eran fatales. Médicos que conocieron el caso afirman que la causa real de la muerte fue “Septicemia producida por neumonía neumocócica.”

Cuando los dominicanos residentes en ciudades europeas, exiliados algunos, diplomáticos otros, se enteraron e iniciaron las llamadas para comunicar el suceso luctuoso, la incredulidad fue generalizada. No por el milagro de la vulnerabilidad de otro Trujillo sino por tratarse del día de los Inocentes.

Tal como ha ocurrido con el día de San Andrés con sus juegos y desfiles olvidados, es improbable que alguien se sorprenda ahora con un aviso que culmine con “Inocente Mariposa”, a pesar de que las noticias falsas, su vigencia y aceptación son parte de la cotidianidad planetaria. Las fake news continuas, con sus efectos permanentes, sustituyen las inocentadas que ocurrían un día.

Imaginar cuál sería una inocentada correspondiente a la realidad nuestra, es difícil. Tan dicharacheros que somos, sin embargo, el humor está lejos de la escritura pública. Los memes son más denostadores que simpáticos y siempre aflora la difamación antes que la gracia. El quehacer político, además, es agresivo y ceñudo. La trasgresión se ha limitado a la grosería. Mientras más grotesco mejor y cuando acusa, la aprobación es mayor.

El éxito de la estrategia de comunicación política actual ha sido lograr malquerencias entre la población, dignas de otras circunstancias históricas. La división y la violencia que se perciben en los medios de comunicación, en las conversaciones, no tienen parangón con situaciones vividas en el pasado.

Después del tiranicidio, quizás por los resquicios del temor, también por la incertidumbre, no se produjo la división condigna en la República Dominicana. Hubo fugas, escondites pasajeros, pero coexistieron, sin el menor peligro, torturadores y víctimas, asesinos, huérfanos y viudas.

Tan real es el aserto que Viriato Fiallo Rodríguez perdió las elecciones celebradas el 22 de diciembre de 1962, con su discurso de castigo a los asesinos y a los responsables de mantener el trujiilismo vigente durante tres décadas. Del mismo modo, el luto y las heridas, los rencores y las deudas, después de la Guerra de 1965, fueron compensadas y encubiertas, entre cooptación, exilio y conveniencia.

En este momento de tormento sanitario y económico, la unidad sería opción. La dirigencia nacional debería convencer al colectivo de la necesidad de enfrentar la adversidad con sacrificio y compromiso. Ojalá no fuera una inocentada decirlo. Solo así evitaríamos el desastre presentido.

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