Las familias se han endeudado, han visto sangrar sus ahorros
Literalmente, la pandemia ha puesto al mundo en confinamiento, en angustia por contagios y muertes.
La posmodernidad no había vivido el sentido de pérdida, de duelos y de sufrimiento colectivo, como le ha tocado con la covid-19. Desde la primera ola de la pandemia se sintió el pánico, las restricciones, las pérdidas de vidas en toda Europa y EE.UU, donde los más fuertes y poderosos económica y tecnológicamente demostraron que no estaban blindados, ni preparados ante la demanda de camas, asistencia médica y de organizar estrategias de prevención asertiva y funcional.
Los cerebros de las personas posmodernas se negaban a comprender los sacrificios de quedarse en casa, suspender viajes, ir al cine, tiendas, disco, playas, consumo y placer. Ahora se vive el coste real del vacío existencial posmoderno; pero también, la economía tan desigual, excluyente y de limitaciones, con empleos tan frágiles, sin ahorros y de consumo de pobre calidad y calidez; sencillamente, sobrevivir a como dé lugar.
Ahora llega la segunda ola, con nuevas cepas, contagios de mayor riesgo, la esperanza de una vacunación masiva que pueda crear la inmunidad para esa alta positividad que va en aumento en escala mundial, regional y local.
Las economías de la región se mantienen y se activan entre préstamos, bonos, y deudas que comprometen el desarrollo social a las próximas generaciones.
Las familias se han endeudado, han visto sangrar sus ahorros, padres e hijos han perdido empleos, han abandonado estudios, proyecto de vida, y, para mal, se han contagiado y han perdido a seres queridos.
Con el tiempo, la gente ha vivido pánico, depresiones, duelos, dolor, angustia y desesperanza. La pandemia ha puesto al desnudo todo tipo de carencia, de limitaciones, de patologías, de trastornos y crisis de valores; pero la otra mirada, también hemos tenido, altruismo, solidaridad, entrega, lucha, sacrificios, vínculos, afectos, amor por la familia, por los amigos, por la vida y por la condición humana.
Desde la primera ola, la apuesta a una nueva normalidad y esta segunda ola, han disparado el escapismo social: más personas se auto engañan, se niegan aceptar la realidad cruda y desnuda de la pandemia, asumiendo comportamiento propio de un cerebro cortoplacista, buscado de autogratificaciones y de consumo, que se niega a los sacrificios, a la prioridad, a posponer y aceptar las limitaciones sanitarias, económicas, de movilidad, y de espiritualidad.
Por otro lado, la segunda ola, nos ha llegado con la peligrosidad del cansancio, del agotamiento emocional, con la negación, el autoengaño, y la pérdida del miedo al covid-19, más la esperanza puesta en una vacuna que empieza el primer trimestre o segundo trimestre del año 2021.
Los Estados, la salud y los actores económicos no pueden paralizar la creatividad, la inteligencia y las estrategias solo en la vacuna. Hay que volver a los planes de largo y corto plazo, al acceso fácil de pruebas PCR, a la atención primaria, a la educación, confinamiento donde hay alta positividad, campañas masivas para detener el escapismo social, el desafío, la confrontación y la negación ante la pérdida del acatamiento social.
Frente a la segunda ola, hay que activar la inteligencia emocional, social y espiritual.
La inteligencia espiritual, permite no reaccionar instantáneamente a los estímulos externos, da fuerza para llegar a dominar los instintos, dice el escritor Torrealba; para entender la posmodernidad, el narcisismo social, el hedonismo, el consumismo y la propia angustia del hombre y la mujer que han perdido el sentido de vida, la transcendencia, la identidad y continuidad del sentido de vida, para poder existir ante cualquier desafío y adversidad, hay que defender la existencia planteaba el profesor Viktor Frankl.
En lo que llega la vacuna, frente a una segunda ola hay que trabajar el enfoque multidisciplinario, con inteligencia emocional. En estos momentos se impone continuar con los controles sanitarios, pero vuelvo a repetir se impone trabajar la inteligencia espiritual y emocional para devolverle el equilibrio, la esperanza, la paz y la felicidad dentro de la angustia de esta nueva ola pandémica.