Interrupción del embarazo por causas humanitarias

Interrupción del embarazo por causas humanitarias

TIRSO MEJÍA-RICART

Nuevamente llega al debate, tanto en la opinión pública como en el Congreso Nacional, del tema de la prohibición del aborto por razones terapéuticas o por embarazos no deseados por parte de las madres potenciales.

Siempre aparecen quienes defienden con fuerza “el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte”, a cuya cabeza se encuentran religiosos de profesión, algunos que desdicen con su vida privada lo que predican, otros creyentes de buena fe, aunque desorientados, y representantes de la caverna política y social criollas.

Aunque esto se ha debatido otras veces, conviene poner en claro algunos conceptos al respecto:

  1. En primer lugar, nadie ha pretendido que se pueda obligar a abortar a una mujer embarazada que desea traer a un hijo al mundo. Eso es un derecho inalienable que debe reservarse a la mujer, incluso menores de edad, aunque corresponde que se consulte al potencial padre si no se trata de un delincuente abusador.
  2. En segundo lugar, es un verdadero crimen obligar a una mujer de cualquier edad a que dé a luz un niño contrahecho, con anormalidades conocidas o con probabilidad de padecerlas, para condenar a los padres y sus familiares a tener una vida llena de miserias y sufrimientos a veces inenarrables.
  3. Tercero: el embarazo extrauterino, la leucemia y otras enfermedades que ponen en riesgo a la madre, en ocasiones solo se resuelven con el sacrificio del feto o dejando morir a la madre, que ya tiene un rol claro de madre de otros hijos, de esposa y de miembro de la sociedad, y no puede ser condenada a cambio de un proyecto de vida sin destino seguro.
  4. Cuarto: prohibir a hospitales y médicos que asistan a mujeres que buscan el aborto, condenando a éstas, sobre todo cuando son pobres, a caer en manos inexpertas o dejarlas abandonadas a sus propios medios, condena a miles de éstas a morir cada año.
  5. Quinto, obligar a parir a una mujer víctima de violación o incesto, con la vergüenza y los trastornos emocionales y sociales que debe enfrentar por el resto de sus vidas, puede constituir un verdadero infierno, lo que debe evitarse a cualquier costo. La entrega en adopción es una falsa solución en la mayor parte de los casos.
    A estas alturas del siglo XXI, solo cinco estados en el mundo prohíben “a raja tabla” el aborto, y dos solo en América: República Dominicana y la “revolucionaria” Nicaragua. En los demás países, incluyendo las muy católicas Italia, España, Portugal, Polonia y Hungría, hace mucho tiempo que no interfieren con problemas privados como la maternidad de las mujeres.
    En última instancia, desde el punto de vista estrictamente biológico, considerar como humanas a dos células que se acaban de unir y deben hacer un largo periplo para implantarse en el endometrio y desarrollarse como embrión, hasta perfilarse como feto, requiere más de dos meses antes de tener las características propias de una criatura humana, no es posible preferirla a un verdadero ser humano como una madre, quien con muy raras excepciones preferiría que ese hijo naciera sin mayores inconvenientes.
    Por esas razones la sociedad no puede imponer una moral privada, no por tres causales, sino por cinco causas humanitarias.

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