Invertir en la formación de las niñas es un buen negocio

Invertir en la formación de las niñas es un buen negocio

Roland Angerer, Plan International República Dominicana

Cada 8 de marzo, el mundo celebra el Día Internacional de la Mujer. Es tiempo para reflexionar sobre los avances y retos en la lucha por la igualdad de género. Más allá de la justicia social en general, cada vez más surge la pregunta, como el desarrollo económico y la innovación están afectados por la desigualdad. Y cada vez más se consolida la respuesta que invertir en el desarrollo para las niñas hace una diferencia. Garantizar su acceso a una educación de calidad, servicios de salud adaptados a sus necesidades y protección diferenciada son estrategias claves para el crecimiento económico sostenible. 

Las evidencias muestran que invertir en mejorar las condiciones de vida de las niñas no solo tiene un impacto inmediato en su bienestar. También genera beneficios estructurales y efectos transformadores a nivel social y económico: 

Es fácil entender que la educación es clave para la competitividad y la innovación. Y la evidencia la proporciona el Banco Mundial: globalmente, los ingresos por hora aumentan un 9% por cada año adicional de escolarización de una niña. Habitualmente, los ingresos de las mujeres se invierten más en salud, bienestar y la educación de sus propias familias. Así una sociedad avanza.

También, está claro el impacto del acceso a servicios de salud para niñas y mujeres. No solo disminuye tasas de mortalidad, sino permite aprovechar oportunidades económicas y educativas sin interrupciones. Un estudio de la Organización Mundial de Salud demuestra que, por cada dólar invertido en la salud de las niñas, se genera un retorno económico significativo en productividad futura. 

Probablemente, menos obvio es el impacto de la protección contra todas las formas de violencia de género. Según UNICEF, más de 370 millones de niñas han sido víctimas de violencia sexual antes de los 18 años. Los embarazos resultantes y las consecuencias físicas y mentales perpetúan ciclos de pobreza y exclusión. La eliminación de la violencia de género por otro lado reduce costos de atención en salud, justicia y servicios sociales, liberando recursos para el desarrollo.

Finalmente, en la era digital, las niñas siguen siendo las más excluidas del acceso a tecnología. Invertir en su formación a través de programas de alfabetización digital aumenta la competitividad. En este mundo, el control sobre la información y el conocimiento generan ventajas en la economía global. Ninguna sociedad puede competir si deja al lado los talentos de la mitad de su población. La participación femenina en emprendimientos tecnológicos fortalece la inclusión y abre oportunidades en el mercado laboral del futuro.

En la República Dominicana, las niñas todavía enfrentan desafíos grandes que limitan su desarrollo y bienestar. Desde la disciplina violenta en el hogar, pasando por el alto riesgo de resultar embarazada a temprana edad, hasta la exclusión de capacitación y trabajo en áreas consideradas solo para hombres.

Sin embargo, se han perfilado diversas iniciativas que demuestran el impacto positivo de invertir en las niñas en el país. Programas de llevar educación con calidad a comunidades en situación de vulnerabilidad han fortalecido la permanencia y el rendimiento académico de las niñas en el sistema educativo. Proyectos de formación en habilidades científicas, tecnológicas, matemáticas y de ingeniería han logrado que más niñas y adolescentes se interesen en carreras no tradicionales. Además, estrategias de prevención de la violencia de género en entornos escolares han contribuido a reducir la incidencia de acoso y violencia contra niñas y adolescentes.

Idealmente, estos componentes se combinan integralmente en un solo proyecto. El programa “El futuro de la juventud es verde”, implementado por Plan International, es un buen ejemplo. Trabajando en grupos mixtos, los y las jóvenes reflexionan sobre sus roles de género y los cambios necesarios hacia la igualdad de oportunidades. A la vez, exploran como adquirir y aplicar competencias científicas, prácticas y administrativas que les permitan realizar un emprendimiento prometedor y ajustado a su ambiente. 

Así surgen iniciativas como el «Santuario de Las Iguanas y Los Manglares» en Azua. Los y las jóvenes investigaron sobre el impacto ambiental de la destrucción de los manglares y el potencial turístico de la zona. Por consecuencia, establecieron una eco-ruta y una empresa que ofrece a visitantes conocer y experimentar la vida y el hábitat de las iguanas y su función para la conservación del medio ambiente. A largo plazo, esta y otras iniciativas permiten tanto la participación y el empoderamiento de las niñas, como el desarrollo sostenible de sus comunidades. 

En Plan International estamos conscientes que las niñas enfrentan más desventajas y barreras estructurales. Mientras que es fundamental invertir en toda la infancia, las brechas de género hacen que una inversión específica en las niñas sea justificada. Eso nivela el terreno de juego y garantiza que puedan desarrollarse en igualdad de condiciones. 

Y la evidencia es contundente: invertir en las niñas no solo es una cuestión de derechos humanos, sino una estrategia efectiva para el crecimiento económico y la innovación sostenible. En otras palabras: ¡Invertir en las niñas es buen negocio!

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